MUERTE
"Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien
tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio".
-Nietzsche
La muerte (a veces referida
por los eufemismos deceso, defunción, fallecimiento, óbito, expiración,
perecimiento, fenecimiento, cesación) es un efecto terminal que resulta de la
extinción del proceso homeostático en un ser vivo; y con ello el fin de la
vida. («Muerte, RAE» (en esp).
Consultado el 16 de octubre de 2015.)
Mas lo característico de la
experiencia humana de la muerte es que en todos los casos desemboca no sólo en
la comprensión del hecho de que hay muertes, sino del hecho de que la muerte es
algo indisolublemente ligado a la existencia. La experiencia de la muerte, en
sus diversas formas, conduce a la convicción del «tener que morir». José Ferrater Mora, Diccionario de la
filosofía.
Algunas personas, en
momentos determinados de su vida, experimentan el sentimiento autodestructivo
de terminar su existencia. El acto para conseguirlo es lo que llamamos suicidio.
La muerte no es un misterio
para quien sepa algo de biología. La muerte no asusta a un ateo, porque sabe
que nada podrá ocurrirle después de muerto. Lo único que podrá asustarle es una
muerte lenta y dolorosa, pero la muerte asistida nos libera de este temor. Mario
Bunge
El miedo a la muerte se
debe a dos hechos que ocurren dentro de nuestro inconsciente. En primer lugar,
la muerte nunca es posible con respecto a nosotros mismos; es decir, la causa
de la muerte es externa, en este sentido, se le atribuye un carácter maligno;
la muerte es mala y se encuentra en el ambiente, no en nosotros mismos.
Siguiendo esto, para nuestro inconsciente es inconcebible morir por alguna
causa natural o vejez. En segundo lugar, la persona no es capaz de distinguir entre
un deseo y la realización de este (un hecho); esto justifica la muerte sobre la
base de la culpa donde el deseo y la realidad generan un conflicto. Así, la
persona se considera responsable de la muerte del otro en el sentido de que el
deseo de matarlo y el hecho de la muerte genera culpabilidad. Asimismo, el
proceso del dolor siempre lleva consigo algo de ira. En este sentido, se
depositan en la persona muerta dos sentimientos diferenciados: el amor que se
tiene y ha tenido por esta a lo largo de su vida, y el odio generado por la
sensación de abandono que genera la pérdida de este ser querido. El miedo a la
muerte surge como una negación hacia la existencia de esta. Kübler-Ross, 8 de junio de 2017, «Sobre el
miedo a la muerte», pp. 7.
G.V.
Como miseria eterna sin
raza ni edad
Dama del misterio y la
soledad
Enfría mi carne, calma mi
ansiedad
Aprieta mis manos, dame
libertad
Muéstrame tu rostro de
innombrables formas
Descifra enigmas, destruye
las normas
Extirpa mi alma de esta vil
vida
Cubre con tu manto esta mi
agonía
Quiero cabalgar tu negro
corcel
Cruzar dimensiones, nunca
más volver
Derivar portales de luz y
tinieblas
Rechazar doctrinas Y adorar
doncellas
Reina silenciosa
Que aguardas despacio a
miles de seres
Que temen tus brazos,
Temor de cobardes,
De reyes y avaros,
Consuelo de enfermos y
desamparados
Siento tu presencia en las
noches frías
En campos inertes y en
casas vacías
En bosques lejanos, en los
cementerios
En días nublados, también
en los templos
Acaso comienzo otra era
De los días placer, sufrimiento,
Dicha o agonía
Oh extraña diosa reina
inmortal
Sabia como tu
Ninguna otra más.
Gnósis
MUERTE
Y REENCARNACION
En todo este proceso
evolutivo que el dios creador ha ideado y está propulsando, tiene mucha
importancia la muerte y la reencarnación de los seres humanos. Cuando un ser
humano muere, muerto ya el cuerpo físico, el alma es separada del cuerpo
llevando consigo al Espíritu encadenado, pues el Espíritu está encadenado al
alma y no al cuerpo. Está unido al cuerpo a través del alma. Después de la
muerte física, el alma se retira llevando consigo a ese Espíritu. Lleva ese
Espíritu a otros planos y allí continúa siendo castigada. Para los Gnósticos
este mundo es el infierno, está lleno de castigos y sufrimientos desde el
nacimiento hasta la muerte. Pero después de la muerte el sufrimiento continúa,
e incluso puede hacerse más intenso todavía. Es castigada el alma por todas las
conductas que ha tenido aquí en la Tierra, mientras estaba en el cuerpo físico.
El sufrimiento continúa. El alma es golpeada, castigada, “limpiada” dicen
algunos, hasta que es trasladada a un nuevo cuerpo para continuar sufriendo.
Nadie se salva del infierno, ni siquiera con la muerte. Cuando el alma se ha
separado del cuerpo sigue sufriendo, y a veces más que antes. Continúan los
apaleamientos y castigos. Y así, a través de sucesivas muertes y
reencarnaciones se va modelando la conducta del ser humano. Se engaña a los
hombres diciéndoles que estos castigos son para su bien, que de esta manera los
hombres van “mejorando”, “evolucionando”, “se van haciendo más buenos”, “más
puros”, “más santos”, “más parecidos a su creador”. A su satanás creador.
Pregúntenle a ese satanás creador, a quien llaman “Juez Justo” y “Dios de Amor”
por qué se mueren los niños. Pregúntenle también por qué inventó tantos virus y
enfermedades. Nada responderá, porque además de injusto es sordo y ciego. Los
Gnósticos sostienen que el creador se alimenta de las emanaciones producidas
por el dolor y los llantos de los hombres. Con los castigos, el demiurgo
pretende que los hombres se “perfeccionen” paulatinamente. “Perfeccionarse”
significa parecerse cada vez más al demiurgo, al creador. Los castigos cesarán
cuando el hombre se rinda ante el creador y acepte ser como él, renunciando a
su Espíritu. Esto último es lo que sucede también cuando un hombre o una
comunidad de hombres deciden hacer una “alianza” o pacto de sangre con el
demiurgo, a fin de que sus sufrimientos disminuyan un poco. En estos casos, el
hombre o grupo de hombres involucrados en el pacto, se comprometen a renunciar
al Espíritu a cambio de poder o riquezas materiales. Esos hombres renuncian a
Todo, a cambio de muy poco. Hay que estar loco o muy desesperado para hacer
pactos o alianzas con el demiurgo diabólico. Habrán firmado su sentencia de muerte
Espiritual y serán desintegrados cuando todo lo creado desaparezca. ¿Qué
debemos hacer para parecernos al creador? Eso se halla escrito en todos los
“libros sagrados”, inspirados por él. Allí está todo lo que hay que hacer:
“adorar al creador”, “amar al prójimo”, “no comer tal cosa”, “poner la otra
mejilla”, etc., etc. Aunque algún precepto carezca de sentido no importa, con
obedecerlos es suficiente. Está bien claro lo que el hombre debe hacer para
agradar al creador. Lo que ocurre es que se trata de cosas difíciles de
realizar, pues cada hombre tiene un Espíritu encerrado en su interior que está
gritándole que se oponga al demiurgo y no le obedezca. Por supuesto que algunos
hombres escuchan la voz de su Espíritu más que otros. Para eso están los
castigos. Para eso existen las muertes y reencarnaciones sucesivas. Algunos
hombres necesitan ser más castigados que otros para ser doblegados. A través de
los sufrimientos, llega el momento en que el hombre se entrega, se rinde, acepta
ser como el creador de la materia. Lo hace para que cesen las torturas, no por
otra cosa. Pero al rendirse deberá renunciar a su Espíritu. Deberá anular su
Espíritu para demostrarle al creador que su convencimiento es absoluto, que su
conversión no es fingida. Al hacerlo, su Yo Espiritual queda absolutamente
anulado, es la muerte Espiritual. Ya no escuchará más esa voz interior que le
gritaba que se opusiera, que nunca se rindiera, que luchara siempre hasta ser
libre, y que él apenas oía. Ha triunfado el alma, ha triunfado el demiurgo.
Este hombre se ha convertido en “un santo”, en “un ejemplo digno de ser
imitado”. Para el creador es motivo de gran júbilo y alegría cuando ya no
existe nada en el hombre que pueda ser reflejo del Espíritu. Se produce en ese
hombre un vacío que es llenado por dios. Ese hombre se ha transformado en “un
representante de Dios en la Tierra”, en “un Dios viviente”, igual a su creador.
Ese es uno de los aspectos más importantes del “Gran Plan” del dios creador.
Para eso creó la materia y el tiempo, para eso ha creado todo este universo,
para eso lo ha creado al hombre, para eso aprisionó Espíritus Eternos. Cuando
el hombre se ha fusionado con dios, o se ha “perdido en Dios”, como dicen las
religiones, ese Espíritu ha concluido su función allí. Pero, lejos de ser
liberado, será amarrado nuevamente por el demiurgo al alma de otro hombre que
se halle en un nivel evolutivo inferior, a fin de continuar utilizándolo para
propulsar la evolución. Para seguir usándolo en ese objetivo de la creación: la
fusión del hombre con su creador. Los Espíritus sólo serán liberados cuando el
creador decida dar por terminada su creación, posiblemente dentro de miles de
millones de años. Tal vez algún Espíritu pueda liberarse antes por sus propios
medios, pero eso es muy difícil. El demiurgo, sabiendo que la huida de uno solo
de sus prisioneros sería catastrófica para él y para su creación, ha tomado
muchos recaudos para que ello no suceda. Ante todo, para que este proyecto
funcione es necesario que los hombres permanezcan dormidos. Es necesario que
ningún Yo Espiritual pueda manifestarse y decir “estoy en desacuerdo”, “este no
es mi mundo”, “esta no es mi vida”, “este no es mi destino”, “este mundo es el
infierno”. Hemos dicho que del sufrimiento no se salva nadie. Ni aun
suicidándose es posible escapar de los castigos con que el satanás creador
amonesta a sus criaturas. Cuerpos y almas pertenecen al creador durante toda su
vida y después de su muerte también. La única solución está en la liberación
del Espíritu. Es esta la tarea más difícil e importante que puede acometer un
hombre medianamente despierto. Decíamos que el creador necesita que los hombres
permanezcan dormidos para concretar su plan. Por lo tanto, cualquier hombre o
libro que procure despertar y liberar a los Espíritus deberá ser eliminado. Por
eso todo este saber, esta Gnosis, ha sido tan perseguido y acallado. El
demiurgo necesita que los hombres no despierten, para conducirlos como
sonámbulos, a través de sucesivas reencarnaciones, a ese punto culminante de la
evolución en que, cansados de tanto sufrimiento aceptan renunciar… LA RELIGION
PROHIBIDA - José María Herrou Aragón
"La muerte es
demasiado exacta; todas las razones se encuentran de su lado. Misteriosa para
nuestros instintos, se dibuja, ante nuestra reflexión, límpida, sin prestigios
y sin los falsos atractivos de lo desconocido". Emil Cioran "Breviario de podredumbre".
Variaciones sobre la muerte
I. Porque no reposa sobre
nada, porque carece hasta de la sombra misma de un argumento, es por lo que
perseveramos en la vida. La muerte es demasiado exacta; todas las razones se
encuentran de su lado. Misteriosa para nuestros instintos, se dibuja, ante nuestra
reflexión, límpida, sin prestigios y sin los falsos atractivos de lo
desconocido. A fuerza de acumular misterios nulos y de monopolizar el
sinsentido, la vida inspira más espanto que la muerte: es ella la gran
Desconocida. ¿A dónde puede llevar tanto de vacío e incomprensible? Nos
aferramos a los días porque el deseo de morir es demasiado lógico, por tanto
ineficaz. Porque si la vida tuviese un solo argumento a su favor -distinto, de
una evidencia indiscutible- se aniquilaría; los instintos y los prejuicios se
desvanecen al contacto con el Rigor. Todo lo que respira se alimenta de lo
inverificable; un suplemento de lógica sería funesto para la existencia
-esfuerzo hacia lo Insensato... Dad un fin preciso a la vida: pierde
instantáneamente su atractivo. La inexactitud de sus fines la vuelve superior a
la muerte; un ápice de precisión la rebajaría a la trivialidad de las tumbas.
Pues una ciencia positiva del sentido de la vida despoblaría la tierra en un
día; y ningún frenético lograría reanimar la improbabilidad fecunda del deseo.
II. Se puede clasificar a los hombres siguiendo los criterios más caprichosos:
según sus humores, sus inclinaciones, sus sueños o sus glándulas. Se cambia de
ideas como de corbatas; pues toda idea, todo criterio viene de lo exterior, de
las configuraciones y de los accidentes del tiempo. Pero hay algo que viene de
nosotros mismos, que esnosotros mismos, una realidad invisible, pero
interiormente verificable, una presencia insólita y de siempre, que puede
concebirse en todo instante y que no nos atrevemos jamás a admitir, y que no
tiene actualidad más que antes de su consumación: es la muerte, el verdadero
criterio... Y es ella, la más íntima dimensión de todos los vivientes. La que
separa la humanidad en dos órdenes tan irreductibles, tan alejados el uno del
otro, que hay más distancia entre ellos que entre un buitre y un topo, que
entre una estrella y un escupitajo. El abismo de dos mundos incomunicables se
abre entre el hombre que tiene el sentimiento de la muerte y el que no lo tiene;
sin embargo, los dos mueren; pero uno ignora su muerte, el otro la sabe; el uno
no muere más que un instante, el otro no cesa de morir... Su condición común
les coloca precisamente en las antípodas el uno del otro; en los dos extremos y
en el interior de una misma definición; inconciliables, sufren el mismo
destino... El uno vive como si
fuera eterno; el otro
piensa continuamente su eternidad y la niega en cada pensamiento. Nada puede
cambiar nuestra vida salvo la insinuación progresiva en nosotros de las fuerzas
que la anulan. Ningún principio nuevo le adviene ni de las sorpresas de nuestro
crecimiento ni del florecimiento de nuestros dones; le son naturales. Y nada
natural sabría hacer de nosotros otra cosa que nosotros mismos. Todo lo que
prefigura la muerte añade una cualidad de novedad a la vida, la modifica y la
amplía. La salud la conserva tal cual, en una estéril identidad; mientras que
la enfermedad es una actividad, la más intensa que el hombre pueda desplegar,
un movimiento frenético y... estacionario, el más rico derroche de energía sin
gestos, la espera hostil y apasionada de una fulguración irreparable. III.
Contra la obsesión de la muerte, los subterfugios de la esperanza se declaran
tan ineficaces como los argumentos de la razón: su insignificancia no hace sino
exacerbar el apetito de morir. Para triunfar sobre este apetito no hay más que
un solo «método»: vivirlo hasta el fin, sufriendo todas sus delicias y sus
espantos, no hacer nada por eludirlos. Una obsesión vivida hasta la saciedad se
anula en sus propios excesos. De tanto hacer hincapié sobre el infinito de la
muerte, el pensamiento llega a gastarlo, a asquearnos de él, negatividad
demasiado llena que no ahorra nada y que, más bien que comprometer y disminuir
los prestigios de la muerte, nos desvela la inanidad de la vida. Quien no se ha
entregado a las voluptuosidades de la angustia, quien no ha saboreado en el
pensamiento los peligros de la propia extinción ni gustado aniquilamientos
crueles y dulces, no se curará jamás de la obsesión de la muerte: será
atormentado por ella, por haberla resistido; mientras que quien, experto en una
disciplina de horror, y meditando en su podredumbre, se ha reducido
deliberadamente a cenizas, ese mirará hacia el pasado de la muerte y el mismo
no será sino un resucitado que ya no puede vivir. Su «método» le habrá curado
de la vida y de la muerte. Toda experiencia capital es nefasta: las capas de la
existencia carecen de espesor; quien las holla, arqueólogo del corazón y del
ser, se encuentra, al final de sus investigaciones, ante profundidades vacías.
Echará de menos vanamente el ornato de las apariencias. Así es como los
Misterios antiguos, pretendidas revelaciones de los secretos últimos, han
pasado sin legarnos nada en materia de conocimiento. Los iniciados sin duda
estaban obligados a no transmitir nada; es, sin embargo, inconcebible que en
tan gran número no se haya encontrado un solo charlatán; ¿qué hay de más
contrario a la naturaleza humana que tal obstinación en el secreto? Lo que
ocurre es que no había secretos; había ritos y estremecimientos. Una vez
apartados los velos, ¿qué podían descubrir sino abismos sin importancia? No hay
iniciación más que a la nada y al ridículo de estar vivo. ...Y yo sueño con una
Eleusis de corazones desengañados, con un Misterio neto, sin dioses y sin la
vehemencia de la ilusión. Breviario de
podredumbre Emil Cioran
«Existir es una maldición.
Somos nuestro propio e in compartido infierno. Existimos para tragar mundo.
Para aguantar, a pie firme, el dramático oleaje de la realidad. Estamos
construidos única y exclusivamente para eso: para ser una palpitante maquinaria
de sufrimiento, para responder -segundo por segundo, minuto por minuto, mes por
año- por este conjunto biológico que trata, desesperadamente, de oponerse a la
muerte». Héctor Rojas Herazo , en
"De la amistad".
Madre
Muerte - Goat Semen
Yo rogué
Hirviendo en blasfemia
Mi alma no es de este lugar
En el infierno
Escrito mi nombre esta
Llévame!
Mi alma reclama un lugar en
tu reino
Abominable diosa evernal
He hablado de tu lenguaje
Infinitivamente negro e
impuro
De tu voluntad!
Sin piedad azota el rostro
de la humanidad
Eleva tu trono olvidado
Peste negra bañada en
sangre y dolor
Mater Mortem!
Otra vez... te veo!
Madre muerte!
Oh! Bella diosa triste y
marchita
Paz negra y vacía, silencio
final!
Toma mi mano, abrígame en
la tierra!
Muéstrame la eternidad!
Desnuda mi alma! Envuélvela
en fuego!
Madre muerte!
Una vez más: nada pueden hacer para que cambie de opinión, pues esta se ha forjado a lo largo de años de pensar y reflexionar, y no surge de un inesperado impulso. Mi suicidio es, quizá, lo menos impulsivo que he hecho en mi vida. Y, para demostrarlo, dejo claro que todo este tiempo lo he ocultado con excelente resultado, pues mis planes han sido meditados poco a poco. He decidido hacer de mi muerte lo que yo quiera, siguiendo la Ley de Aleister Crowley: Has lo que quieras, esa es la única ley. “El hombre tiene derecho de vivir según su propia ley, de vivir del modo en que quiera hacerlo, de trabajar como quiera, de actuar como quiera, de descansar como quiera, de morir cuando y como quiera.”
Entiéndase muy bien esto: deseo con toda mi alma ejercer mi libertad de morir cuando quiera y como yo lo desee. Mi trabajo fundamental de los últimos años ha sido perfeccionar el modo en que moriré, es la forma que yo he adoptado para actuar, descansar con la muerte y morir por mano propia. A lo largo de mi vida he buscado mil y un caminos de espiritualidad. He leído muchísimo sobre las diversas religiones, en especial el aspecto místico de estas. Me he unido a grupos de oración, a centros de meditación, a templos de alabanza como el hinduismo, he practicado artes marciales, he sido un cultor de la Magia Ceremonial, he estudiado la cábala, el Tarot, las Runas, las escuelas gnósticas, la Masonería. Ha sido una larga búqueda, y de cada una he sacado aquello que más me ha convenido o maravillado. Y siempre he llegado a la misma conclusión: Dios trabaja en el silencio, en la nada, en el vacío. La existencia es absurda y se centra en el vacío y la nulidad de todo trabajo. El ser humano vive una larga vida de torpe sufrimiento y torpe alegría, todo para llegar a ser polvo y nada más. Algún día moriremos, eso es lo único que podemos saber con total certeza. Y toda la vida de sacrificios y esfuerzos lleva a ese día en que la muerte aparezca, sin previo aviso. Y todos los años dedicados a vivir habrán resultado vanos e inútiles. Muchos dirán: pero el recuerdo que queda de tu vida es lo que importa. Pero yo digo: en cien años, nadie sabrá quiénes fuimos, en quinientos, nuestros nombres y nuestras vidas serán olvidados definitivamente. Pero alguien dirá: ¿y qué hay de quienes han hecho historia? Y yo digo: ellos no son recordados, lo que se recuerda es una imagen de ellos, una ilusión. Y alguien dirá ¿cuál es la importancia de ser recordado? Y yo digo: ninguna. Por eso mismo. La vida no tiene importancia alguna, es solo una mota de polvo en el viento, una gota perdida en un inmenso océano de absurdo. Entonces la muerte es la única vía verdadera. Y qué mejor que ésta no sea sorpresiva e imprevista, sino todo lo contrario: preparada de antemano, perfeccionada, estetizada, teatralizada, anticipada. Pienso que la nada que sobreviene a la muerte es lo que más deseo. Y prefiero que venga cuando yo lo decida, no cuando un fruto del azar lo proponga. Entiéndalo bien: mi muerte ha sido muy meditada, y es algo que me llena de felicidad. NO sean egoístas al llorarme. Es mi camino, mi decisión. Cada quien elige lo que desea, y yo he deseado la muerte por años. Sientan que me fui a otro país, a estudiar, o lo que sea. Pero entiendan que he hecho lo que he querido siempre, que realizo mi máximo deseo, mi más profundo anhelo. Sepan que muero feliz. Y sé que mucho me acusarán de egoísmo por matarme, pero entiendan que es el camino de mi propia vida/muerte, y que nadie más puede decidir sobre él, nadie más que yo. Y si mi partida afecta a alguien (cosa que espero, con gran ansia, que no sea), si ocurre eso, entonces será una prueba más, un peldaño en la vida de esa persona para que experimente el aprendizaje, es una experiencia de la cual deberá comprender lo mas importante: la vida apunta a la muerte, no importa si la deseamos o no. Y no digo que todo el mundo deba suicidarse, ese es un camino muy personal. Otras personas decidirán que su vida es importante y que deben vivir hasta que el destino, dios, o como quieran llamarlo lo decida. Y está bien. Pero mi muerte deberá ser una muestra de que la desaparición está en cada rincón de nuestra existencia. Es una lección de no aferrarnos a nada ni a nadie: cosas materiales, personas, vida, ilusiones, amor, deseos… todo desaparece con el tiempo. La vida está hecha de estos vaivenes y debemos aceptarlos tal y como vienen. En mi caso, acepto la vida como es, pero mi voluntad y mi pensamiento me dicen que debo aceptar mi propia realidad: la muerte por mi mano, el destino final de mi vida es el suicidio. Y eso lo he sabido desde niño (siempre supe que yo me mataría). A todos mis seres cercanos, familia y amigos: sus vidas las pueden encaminar hacia donde lo deseen, por favor, acepten que yo halla hecho lo mismo. Estén orgullosos de que haya realizado mi mayor deseo. Mi madre: te amo, y espero que entiendas que esto es lo que quiero y, aunque no lo compartas, entiende que es mi forma de pensar y sentir. Gracias a ti, la vida ha sido llevadera y solo por ti no reclamo ninguna injusticia, pues eres lo mejor que me pudo haber pasado. Pero mi mente es curiosa y me llevó a leer con asiduidad tanta filosofía del absurdo, que mis reflexiones me han revelado lo que para mí es la gran verdad: morir por mano propia es la mejor forma de morir, sin enfermedad o desastrosa agonía.
Cuánto admiro a los más grandes suicidas de la historia, y la maravillosa fuerza y el empuje que tuvieron. Algunos, por defender sus creencias, otros, por mostrar honor, otros, porque era una forma de demostrar su convicción: averigüen sobre ellos y podrán ver lo impresionante, lo épico de sus hazañas: todos se suicidaron por una gran razón: desde la mitología, en la que destacan Áyax Telamonio , Heracles (Hércules), y Roustán el héroe de Ferdusi. En la historia, quién puede olvidar a Sócrates, al gran Séneca, a Yukio Mishima, a Yasunari Kawabata, a los 47 ronin de la historia japonesa, a Tchaikovsky, y a tantos otros grandes hombres. En la literatura, los libros que mejor hablan sobre mi postura frente al suicidio, son El Árbol de la Ciencia, de Pío Baroja, en el que el personaje se suicida por razones perfectamente afines a las mías, o Caballos desbocados, de Yukio Mishima, en la que la escena de suicidio del protagonista es lo más delicioso que he leído en años.
Entiendan, pues, que mi muerte es premeditada desde hace años, y que he planeado meticulosamente cada detalle. No me mato por depresión, o por fanatismo ni nada. Tanto he leído que es imposible que alguien con mi conocimiento se vuelva fanático de una secta o religión. Es una conclusión, más bien, la que me lleva al suicidio: el hecho de saber que la muerte incidental es torpe, mas la muerte por mano propia, en el lugar y de la forma que uno desee, en el momento en que uno se sienta preparado, es elegante y pertinente. El hecho de saber que la vida no tiene razón de ser más que la muerte y la nada, y el hecho de aceptar aquel hecho y permitir que la voluntad sea la que decida definitivamente, más que el capricho del azar. Pienso que mi destino es demostrar que mi máximo poder reside en decidir la hora y la forma de mi propia muerte. No es el camino de todos, no es lo que todos deben hacer, esto es algo que solo yo debo emprender. Otros tendrán otros caminos: una familia, un trabajo. Yo tengo el suicidio. Y aquellos que pierden mi presencia, sepan que no es más que una lección: todo se desvanece, tarde o temprano, y debemos aceptarlo. La vida es una pérdida tras otra, y debemos aceptar ese hecho con serenidad. Yo lo hago. Lo acepto con la máxima prueba: renegar de mi propia existencia, deshacerme de lo único que en verdad tengo: la vida. Este es el desapego máximo, la demostración suprema de mi forma de concebir el mundo: la vida es aceptar lo que viene con serenidad, y aceptar perderlo todo, sin derramar una lágrima. Y eso es lo que hago: muero feliz.
La muerte me encanta: por eso colecciono cráneos y lo mejor de la literatura, para mí, son aquellos textos que se centran en la muerte. Y he sido cauteloso al escoger la mía: un ritual de Alta Maga Ceremonial para dar un toque estético, mi traje de mago, con túnica, para dar el toque esotérico; un brindis final, para dar un toque teatral al momento de beber el veneno (soy un esteta y creo que la única salvación posible para el ser humano no radica en la moral ni en la ética, sino en la belleza y la estética del arte. De hecho, en varias ocasiones, lo único que detuvo mi mano suicida, lo único que me mantuvo vivo, fue el deseo de leer buena literatura. Debo decir que en varias ocasiones, seguí vivo gracias a determinados libros, que me hicieron apreciar lo bello de la vida y la necesidad de vivir un poco más: el deleite de magníficos libros como En busca del Tiempo Perdido, de Marcel Proust, o los testos de Borges, Cortázar, Mishima, Cervantes, Shakespeare, las novelas de caballería, el Bestiario de Cristo o las novelas de Hoffmasnn, fue lo que prolongó mi vida en más de una ocasión. Esos libros, lo diré aunque suene cursi, salvaron mi vida muchas veces, pues no me suicidé solo porque quería terminarlos. Pienso que en el arte maravilloso, en especial en la literatura, la música y la magia, está la única salvación de la especie humana). Un brindis final, he dicho antes de tan largo paréntesis, para dar el toque teatral a mi suicidio, y el veneno más elegante y eficaz: cianuro de potasio. Nótese que el cianuro lo tengo desde hace algún tiempo, y su sola presencia me ha dado una alegría quizá algo enfermiza: soy feliz de saber que tengo mi medio de muerte, que sé lo que me va a matar y que yo mismo me lo administraré cuando lo desee, cuando me sienta preparado y cuando lo considere necesario y adecuado. Por propia voluntad!. ¿Alguien puede decir que sabe cómo morirá o cuándo? ¡Yo sí!
Al cianuro, le añadiré cloroformo, que me dejará inconsciente y, de esa forma, moriré sin dolor. Creo que es elegante y es mi última creación artística. Lástima que no lo verá ni presenciará nadie. En un futuro, debería permitirse que los suicidas no impulsivos, es decir, aquellos que mueren por voluntad y no por depresión, problemas o tristezas, puedan armar el ritual y el teatro y que se pueda ir a ver cómo se suicida esa persona. Sería una forma de arte harto curiosa.
En fin, dejo a la reflexión todo esto. NO se suiciden si no es su máxima y más profunda y verdadera convicción. Esos casos se dan muy poco cada siglo, y yo soy uno de los afortunados en tener esa convicción. Amo la idea de la muerte por mano propia. Espero que acepten que he hecho con mi vida lo que he querido y que soy feliz, auténticamente feliz, por reflexión profunda y sesuda y no por fanatismo o torpe desvergüenza. Soy muy inteligente, y eso lo saben quienes me rodean, y esta no es una decisión alocada, sino fríamente calculada, no soy un idiota quejumbroso ni un estulto ignorante: con mi inteligencia privilegiada, descubrí mi camino. Es todo. Entiendan mi decisión y sean felices al saber que morí feliz, haciendo exactamente lo que quería. Mi forma de ver el mundo no es común, pero deben aprender a abrir sus mentes a otras formas de concebir el universo, a otras formas de ver lo que nos rodea, y no solamente la estructura en la que fuimos educados, no solamente los estereotipos que nos han enseñado por siglos, las huecas y banales religiones que hablan mal del suicida. Miren más allá de todo eso, penetren en otras formas de ver el mundo, destruyan sus propias realidades y concepciones y aprendan a mirar con nuevas máscaras y nuevos ojos el mundo que nos rodea. No todo es como queremos o como nos lo imaginamos. Hay muchísimas formas de ver el mundo, Y yo solo planteo la mía, que no es mejor ni peor que otras: el suicidio como un arte, como una manifestación de la voluntad más poderosa, y como única forma posible de esa real manifestación. La voluntad de suicidio es mi camino y mi meta. Quizá no compartan este punto de vista (de hecho, sé que no lo compartirán y espero que no lo hagan, pues es mi vía personal y única, encuentren la suya propia), pero entiendan que, al suicidarme, soy completamente coherente con mi forma de ser, con mi manera de pensar, con mi propia esencia, con quien soy en realidad. Sepan que he realizado mi vida, y aprendan a ser felices por mí en ese aspecto. Viva la Vida, Viva la Muerte. Ambas son vacías, absurdas, son nada. Me perderé en el Absoluto, como una gota se pierde en el océano, como un grano de arena en el desierto. Me extinguiré y entraré en la vacuidad. Doy la espalda al mundo y dejo la nada a nadie.
Los amo.
Andrés Martín Castro Salazar
Popeye el Marino
Ángel de lo Estrambótico
Deo Duce Comite Ferro D.D.C.F.
Conde de Krutoy
Cornelius Nepos
Mago Magnalucius
Nada
Nadie
Coalición
contra la muerte
¿Cómo imaginar la vida de los otros, si hasta
la propia parece apenas concebible? Se encuentra a alguien, se le ve hundido en
un mundo injustificado e impenetrable, en un amasijo de convicciones y deseos
que se superponen a la realidad como un edificio mórbido. Habiéndose forjado un
sistema de errores, sufre por motivos cuya nulidad espanta al espíritu y se
entrega a valores cuya ridiculez salta a la vista. Sus empresas, ¿podrían
parecer otra cosa que bagatelas, y la simetría febril de sus preocupaciones mejor
fundada que una arquitectura de naderías? Al observador exterior, lo absoluto
de cada vida se le revela intercambiable y todo destino, que sin embargo es
inamovible en su esencia, arbitrario. Si nuestras convicciones nos parecen
fruto de una frívola demencia, ¿cómo tolerar la pasión de los otros por sí
mismos y por su propia multiplicación en la utopía de cada día? ¿Por qué
necesidad éste se encierra en un mundo particular de predilecciones y aquél en
otro? Cuando sufrimos las confidencias
de un amigo o de un desconocido, la revelación de sus secretos nos llena de
estupor. ¿Debemos referir sus tormentos al drama o a la farsa? Eso depende por
completo de las benevolencias o exasperaciones de nuestra fatiga. Puesto que
cada destino no es sino un estribillo que se agita en torno a unas cuantas
manchas de sangre, depende de nuestros humores ver en el proceso de sus
sufrimientos un orden superfluo y entretenido o un pretexto de piedad. Como es difícil aprobar las razones que
invocan los existentes, cada vez que se separa uno de cualquiera de ellos la
pregunta que viene al espíritu es invariablemente la misma: ¿cómo será que no
se mata? Pues nada más natural que imaginar el suicidio de los otros. Cuando
uno ha atisbado, por una intuición devastadora y fácilmente renovable, su
propia inutilidad, es incomprensible que cualquier otro no haga lo mismo.
¡Suprimirse parece un acto tan claro y tan simple! ¿Por qué es tan raro, por
qué todo el mundo lo elude? Es que, si la razón desautoriza el apetito de
vivir, la nada que hace prolongar los actos es sin embargo de una fuerza
superior a todos los absolutos; explica la coalición tácita de los mortales
contra la muerte; no sólo es el símbolo de la existencia, sino la existencia
misma; es el todo. Y esa nada, ese todo no puede dar un sentido a la vida, pero
la hace al menos perseverar en lo que es: un estado de no-suicidio.
La
gama del vacío
He visto a éste perseguir tal meta y aquél,
tal otra; he visto a los hombres fascinados por objetos dispares, bajo el
embrujo de proyectos y de sueños juntamente viles e indefinibles. Analizando
cada caso aisladamente para penetrar en las razones de tanto fervor
desperdiciado, he comprendido el sinsentido de todo gesto y de todo esfuerzo.
¿Existe una sola vida que no esté impregnada de los errores que hacen vivir?
¿Existe una sola vida clara, transparente, sin raíces humillantes, sin motivos
inventados, sin los mitos surgidos de los deseos? ¿Dónde está el acto puro de
toda utilidad: sol que aborrezca la incandescencia, ángel en un universo sin
fe, o gusano ocioso en un mundo abandonado a la inmortalidad? He querido defenderme contra todos los
hombres, reaccionar contra su locura, descubrir su origen; he escuchado, he
visto y he tenido miedo: miedo de actuar por los mismos motivos o por cualquier
otro motivo, de creer en los mismos fantasmas o en cualquier otro fantasma, de
dejarme ahogar por las mismas embriagueces o por cualquier otra embriaguez;
miedo, finalmente, de delirar en común y de expirar en una multitud de éxtasis.
Yo sabía que al separarme de una persona me iba desposeído de un error, pobre
de la ilusión que le dejaba... Sus palabras enfebrecidas le descubrían
prisionero de una evidencia absoluta para él e irrisoria para mí; al contacto
de su absurdo, yo me despojaba del mío... ¿A qué adherirse sin el sentimiento
de engañarse y sin enrojecer? No puede justificarse más que aquel que practica,
con plena conciencia, lo disparatado necesario para cualquier acto, y que no
embellece con ningún sueño la ficción a la que se entrega, del mismo modo que
no puede admirarse más que a un héroe que muere sin convicción, tanto más
presto al sacrificio por haber entrevisto su fondo. En lo que respecta a los
amantes, serían odiosos si en medio de sus muecas el presentimiento de la
muerte no les rozase. Es turbador pensar que nos llevamos a la tumba nuestro
secreto -nuestra ilusión-, que no hemos sobrevivido al error misterioso que
vivificaba nuestro aliento, que excepto las prostitutas y los escépticos todos
caen en el engaño porque no adivinan la equivalencia, en la nulidad, de los
placeres y de las verdades. He querido
suprimir en mí las razones que invocan los hombres para existir y para actuar.
He querido llegar a ser indeciblemente normal, y heme aquí en el alelamiento,
en el mismo plano que los idiotas y tan vacío como ellos.
Epitafio
«Tuvo el orgullo de no mandar jamás, de no
disponer de nada ni de nadie. Sin subalternos, sin amos, no dio ni recibió
órdenes. Excluido del imperio de las leyes, y como si fuera anterior al bien y
al mal, no hizo padecer nunca a nadie. En su memoria se borraron los nombres de
las cosas; miraba sin percibir, escuchaba sin oír: los perfumes y aromas se
desvanecían al aproximarse a los orificios de su nariz y a su paladar. Sus
sentidos y sus deseos fueron sus únicos esclavos: de tal modo que apenas
sintieron, apenas desearon. Olvidó dicha y desdicha, sed y temores; y si en
alguna ocasión volvía a acordarse de ellos, desdeñaba nombrarlos y rebajarse
así a la esperanza o la nostalgia. El gesto más ínfimo le costaba más esfuerzos
que los que cuestan a otros fundar o derribar un imperio. Pues nació cansado de
nacer, se quiso
sombra: ¿cuándo vivió
entonces?, ¿y por culpa de qué nacimiento? Y si llevó su sudario en vida,
¿merced a qué milagro logró morir?»
Sobre
E.M. Cioran, por Fernando Savater
jueves, 12 de marzo de 2009
NOTA FINAL
No se culpe nadie por lo inevitable. Eso es lo más importante: esta no es una decisión tomada en un solo momento de desesperación o tristeza, sino algo que llevo mucho tiempo maquinando. Desde hace más de quince años que la idea de acabar con mi vida ha estado presente, muchas veces con poderoso empeño y recta intención. Y ha sido mi deseo supremo, mi máxima prueba y mi más profundo anhelo desde hace por lo menos diez años. Tantas veces que me dije que me suicidaría antes de los veinte. Y no lo hice, tal vez por indolencia, miedo, falta de convicción, o simplemente porque luego sentí que no era el momento. Pero el deseo de auto aniquilación siguió, permanente, inseparable de mi esencia y de mi forma de ver el mundo. Esto lo digo para que nadie piense que es culpable: nada se pudo haber hecho para cambiar mi posición frente a la vida humana. Nadie debe pensar que me hirió, o que pudo haber hecho algo para evitar mi suicidio. Nada pudo haber hecho; ni palabras y actos bienhechores, porque simplemente mi deseo más profundo no se debe a un momento de angustia, todo lo contrario, la sola idea de mi muerte venidera me llena de regocijo. Deben saber, de una buena vez, que muero feliz, FELIZ!. Esta es una extraña felicidad que me embarga completamente, ante la sola idea de morir por mano propia, de hacer ejercicio de mi más poderosa voluntad: elegir el momento, el lugar y la forma de mi muerte, algo que considero que es la máxima expresión de la soberanía del ser humano sobre el azar. No hay ninguna palabra que pudieran haber dicho, ni un gesto o un acto. No hay ayuda que hubieran podido darme, por una simple razón: no necesito ni necesité ayuda de ninguna clase. Lo hago con la más poderosa convicción, pues creo que el suicidio es la más noble de las muertes, en especial si uno la escoge, no en un momento de desesperada tristeza o por problemas agobiantes, sino, por sobre todo, como un acto voluntario, un impulso de la verdadera voluntad, un acto filosófico que demuestra que se tiene la capacidad de escoger no morir por accidente, sino por mano y deseo propios. Es de capital importancia que nadie se eche la culpa de mis decisiones, que son lógicas y llenas de sentido, aunque tal vez con una cadena de pensamientos que no será fácilmente comprendida por quien no haya leído, investigado ni meditado sobre el vacío, la nada y el absurdo que rige toda existencia humana.Una vez más: nada pueden hacer para que cambie de opinión, pues esta se ha forjado a lo largo de años de pensar y reflexionar, y no surge de un inesperado impulso. Mi suicidio es, quizá, lo menos impulsivo que he hecho en mi vida. Y, para demostrarlo, dejo claro que todo este tiempo lo he ocultado con excelente resultado, pues mis planes han sido meditados poco a poco. He decidido hacer de mi muerte lo que yo quiera, siguiendo la Ley de Aleister Crowley: Has lo que quieras, esa es la única ley. “El hombre tiene derecho de vivir según su propia ley, de vivir del modo en que quiera hacerlo, de trabajar como quiera, de actuar como quiera, de descansar como quiera, de morir cuando y como quiera.”
Entiéndase muy bien esto: deseo con toda mi alma ejercer mi libertad de morir cuando quiera y como yo lo desee. Mi trabajo fundamental de los últimos años ha sido perfeccionar el modo en que moriré, es la forma que yo he adoptado para actuar, descansar con la muerte y morir por mano propia. A lo largo de mi vida he buscado mil y un caminos de espiritualidad. He leído muchísimo sobre las diversas religiones, en especial el aspecto místico de estas. Me he unido a grupos de oración, a centros de meditación, a templos de alabanza como el hinduismo, he practicado artes marciales, he sido un cultor de la Magia Ceremonial, he estudiado la cábala, el Tarot, las Runas, las escuelas gnósticas, la Masonería. Ha sido una larga búqueda, y de cada una he sacado aquello que más me ha convenido o maravillado. Y siempre he llegado a la misma conclusión: Dios trabaja en el silencio, en la nada, en el vacío. La existencia es absurda y se centra en el vacío y la nulidad de todo trabajo. El ser humano vive una larga vida de torpe sufrimiento y torpe alegría, todo para llegar a ser polvo y nada más. Algún día moriremos, eso es lo único que podemos saber con total certeza. Y toda la vida de sacrificios y esfuerzos lleva a ese día en que la muerte aparezca, sin previo aviso. Y todos los años dedicados a vivir habrán resultado vanos e inútiles. Muchos dirán: pero el recuerdo que queda de tu vida es lo que importa. Pero yo digo: en cien años, nadie sabrá quiénes fuimos, en quinientos, nuestros nombres y nuestras vidas serán olvidados definitivamente. Pero alguien dirá: ¿y qué hay de quienes han hecho historia? Y yo digo: ellos no son recordados, lo que se recuerda es una imagen de ellos, una ilusión. Y alguien dirá ¿cuál es la importancia de ser recordado? Y yo digo: ninguna. Por eso mismo. La vida no tiene importancia alguna, es solo una mota de polvo en el viento, una gota perdida en un inmenso océano de absurdo. Entonces la muerte es la única vía verdadera. Y qué mejor que ésta no sea sorpresiva e imprevista, sino todo lo contrario: preparada de antemano, perfeccionada, estetizada, teatralizada, anticipada. Pienso que la nada que sobreviene a la muerte es lo que más deseo. Y prefiero que venga cuando yo lo decida, no cuando un fruto del azar lo proponga. Entiéndalo bien: mi muerte ha sido muy meditada, y es algo que me llena de felicidad. NO sean egoístas al llorarme. Es mi camino, mi decisión. Cada quien elige lo que desea, y yo he deseado la muerte por años. Sientan que me fui a otro país, a estudiar, o lo que sea. Pero entiendan que he hecho lo que he querido siempre, que realizo mi máximo deseo, mi más profundo anhelo. Sepan que muero feliz. Y sé que mucho me acusarán de egoísmo por matarme, pero entiendan que es el camino de mi propia vida/muerte, y que nadie más puede decidir sobre él, nadie más que yo. Y si mi partida afecta a alguien (cosa que espero, con gran ansia, que no sea), si ocurre eso, entonces será una prueba más, un peldaño en la vida de esa persona para que experimente el aprendizaje, es una experiencia de la cual deberá comprender lo mas importante: la vida apunta a la muerte, no importa si la deseamos o no. Y no digo que todo el mundo deba suicidarse, ese es un camino muy personal. Otras personas decidirán que su vida es importante y que deben vivir hasta que el destino, dios, o como quieran llamarlo lo decida. Y está bien. Pero mi muerte deberá ser una muestra de que la desaparición está en cada rincón de nuestra existencia. Es una lección de no aferrarnos a nada ni a nadie: cosas materiales, personas, vida, ilusiones, amor, deseos… todo desaparece con el tiempo. La vida está hecha de estos vaivenes y debemos aceptarlos tal y como vienen. En mi caso, acepto la vida como es, pero mi voluntad y mi pensamiento me dicen que debo aceptar mi propia realidad: la muerte por mi mano, el destino final de mi vida es el suicidio. Y eso lo he sabido desde niño (siempre supe que yo me mataría). A todos mis seres cercanos, familia y amigos: sus vidas las pueden encaminar hacia donde lo deseen, por favor, acepten que yo halla hecho lo mismo. Estén orgullosos de que haya realizado mi mayor deseo. Mi madre: te amo, y espero que entiendas que esto es lo que quiero y, aunque no lo compartas, entiende que es mi forma de pensar y sentir. Gracias a ti, la vida ha sido llevadera y solo por ti no reclamo ninguna injusticia, pues eres lo mejor que me pudo haber pasado. Pero mi mente es curiosa y me llevó a leer con asiduidad tanta filosofía del absurdo, que mis reflexiones me han revelado lo que para mí es la gran verdad: morir por mano propia es la mejor forma de morir, sin enfermedad o desastrosa agonía.
Cuánto admiro a los más grandes suicidas de la historia, y la maravillosa fuerza y el empuje que tuvieron. Algunos, por defender sus creencias, otros, por mostrar honor, otros, porque era una forma de demostrar su convicción: averigüen sobre ellos y podrán ver lo impresionante, lo épico de sus hazañas: todos se suicidaron por una gran razón: desde la mitología, en la que destacan Áyax Telamonio , Heracles (Hércules), y Roustán el héroe de Ferdusi. En la historia, quién puede olvidar a Sócrates, al gran Séneca, a Yukio Mishima, a Yasunari Kawabata, a los 47 ronin de la historia japonesa, a Tchaikovsky, y a tantos otros grandes hombres. En la literatura, los libros que mejor hablan sobre mi postura frente al suicidio, son El Árbol de la Ciencia, de Pío Baroja, en el que el personaje se suicida por razones perfectamente afines a las mías, o Caballos desbocados, de Yukio Mishima, en la que la escena de suicidio del protagonista es lo más delicioso que he leído en años.
Entiendan, pues, que mi muerte es premeditada desde hace años, y que he planeado meticulosamente cada detalle. No me mato por depresión, o por fanatismo ni nada. Tanto he leído que es imposible que alguien con mi conocimiento se vuelva fanático de una secta o religión. Es una conclusión, más bien, la que me lleva al suicidio: el hecho de saber que la muerte incidental es torpe, mas la muerte por mano propia, en el lugar y de la forma que uno desee, en el momento en que uno se sienta preparado, es elegante y pertinente. El hecho de saber que la vida no tiene razón de ser más que la muerte y la nada, y el hecho de aceptar aquel hecho y permitir que la voluntad sea la que decida definitivamente, más que el capricho del azar. Pienso que mi destino es demostrar que mi máximo poder reside en decidir la hora y la forma de mi propia muerte. No es el camino de todos, no es lo que todos deben hacer, esto es algo que solo yo debo emprender. Otros tendrán otros caminos: una familia, un trabajo. Yo tengo el suicidio. Y aquellos que pierden mi presencia, sepan que no es más que una lección: todo se desvanece, tarde o temprano, y debemos aceptarlo. La vida es una pérdida tras otra, y debemos aceptar ese hecho con serenidad. Yo lo hago. Lo acepto con la máxima prueba: renegar de mi propia existencia, deshacerme de lo único que en verdad tengo: la vida. Este es el desapego máximo, la demostración suprema de mi forma de concebir el mundo: la vida es aceptar lo que viene con serenidad, y aceptar perderlo todo, sin derramar una lágrima. Y eso es lo que hago: muero feliz.
La muerte me encanta: por eso colecciono cráneos y lo mejor de la literatura, para mí, son aquellos textos que se centran en la muerte. Y he sido cauteloso al escoger la mía: un ritual de Alta Maga Ceremonial para dar un toque estético, mi traje de mago, con túnica, para dar el toque esotérico; un brindis final, para dar un toque teatral al momento de beber el veneno (soy un esteta y creo que la única salvación posible para el ser humano no radica en la moral ni en la ética, sino en la belleza y la estética del arte. De hecho, en varias ocasiones, lo único que detuvo mi mano suicida, lo único que me mantuvo vivo, fue el deseo de leer buena literatura. Debo decir que en varias ocasiones, seguí vivo gracias a determinados libros, que me hicieron apreciar lo bello de la vida y la necesidad de vivir un poco más: el deleite de magníficos libros como En busca del Tiempo Perdido, de Marcel Proust, o los testos de Borges, Cortázar, Mishima, Cervantes, Shakespeare, las novelas de caballería, el Bestiario de Cristo o las novelas de Hoffmasnn, fue lo que prolongó mi vida en más de una ocasión. Esos libros, lo diré aunque suene cursi, salvaron mi vida muchas veces, pues no me suicidé solo porque quería terminarlos. Pienso que en el arte maravilloso, en especial en la literatura, la música y la magia, está la única salvación de la especie humana). Un brindis final, he dicho antes de tan largo paréntesis, para dar el toque teatral a mi suicidio, y el veneno más elegante y eficaz: cianuro de potasio. Nótese que el cianuro lo tengo desde hace algún tiempo, y su sola presencia me ha dado una alegría quizá algo enfermiza: soy feliz de saber que tengo mi medio de muerte, que sé lo que me va a matar y que yo mismo me lo administraré cuando lo desee, cuando me sienta preparado y cuando lo considere necesario y adecuado. Por propia voluntad!. ¿Alguien puede decir que sabe cómo morirá o cuándo? ¡Yo sí!
Al cianuro, le añadiré cloroformo, que me dejará inconsciente y, de esa forma, moriré sin dolor. Creo que es elegante y es mi última creación artística. Lástima que no lo verá ni presenciará nadie. En un futuro, debería permitirse que los suicidas no impulsivos, es decir, aquellos que mueren por voluntad y no por depresión, problemas o tristezas, puedan armar el ritual y el teatro y que se pueda ir a ver cómo se suicida esa persona. Sería una forma de arte harto curiosa.
En fin, dejo a la reflexión todo esto. NO se suiciden si no es su máxima y más profunda y verdadera convicción. Esos casos se dan muy poco cada siglo, y yo soy uno de los afortunados en tener esa convicción. Amo la idea de la muerte por mano propia. Espero que acepten que he hecho con mi vida lo que he querido y que soy feliz, auténticamente feliz, por reflexión profunda y sesuda y no por fanatismo o torpe desvergüenza. Soy muy inteligente, y eso lo saben quienes me rodean, y esta no es una decisión alocada, sino fríamente calculada, no soy un idiota quejumbroso ni un estulto ignorante: con mi inteligencia privilegiada, descubrí mi camino. Es todo. Entiendan mi decisión y sean felices al saber que morí feliz, haciendo exactamente lo que quería. Mi forma de ver el mundo no es común, pero deben aprender a abrir sus mentes a otras formas de concebir el universo, a otras formas de ver lo que nos rodea, y no solamente la estructura en la que fuimos educados, no solamente los estereotipos que nos han enseñado por siglos, las huecas y banales religiones que hablan mal del suicida. Miren más allá de todo eso, penetren en otras formas de ver el mundo, destruyan sus propias realidades y concepciones y aprendan a mirar con nuevas máscaras y nuevos ojos el mundo que nos rodea. No todo es como queremos o como nos lo imaginamos. Hay muchísimas formas de ver el mundo, Y yo solo planteo la mía, que no es mejor ni peor que otras: el suicidio como un arte, como una manifestación de la voluntad más poderosa, y como única forma posible de esa real manifestación. La voluntad de suicidio es mi camino y mi meta. Quizá no compartan este punto de vista (de hecho, sé que no lo compartirán y espero que no lo hagan, pues es mi vía personal y única, encuentren la suya propia), pero entiendan que, al suicidarme, soy completamente coherente con mi forma de ser, con mi manera de pensar, con mi propia esencia, con quien soy en realidad. Sepan que he realizado mi vida, y aprendan a ser felices por mí en ese aspecto. Viva la Vida, Viva la Muerte. Ambas son vacías, absurdas, son nada. Me perderé en el Absoluto, como una gota se pierde en el océano, como un grano de arena en el desierto. Me extinguiré y entraré en la vacuidad. Doy la espalda al mundo y dejo la nada a nadie.
Los amo.
Andrés Martín Castro Salazar
Popeye el Marino
Ángel de lo Estrambótico
Deo Duce Comite Ferro D.D.C.F.
Conde de Krutoy
Cornelius Nepos
Mago Magnalucius
Nada
Nadie
http://borntoperform-miguel.blogspot.com/2009/03/nota-final.html
LA
ENTROPÍA
Para poner todas estas
observaciones en claro, Clausius formuló un principio que a la postre se
demostró devastador para las esperanzas del concepto de eternidad. Denominó
como entropía (del griego ἐντροπία,
evolución o transformación) a una magnitud física que permite conocer la parte
de la energía que no es capaz de producir movimiento, osea, la energía perdida.
Además, predijo que esta magnitud, en cualquier proceso natural, existiría
inevitablemente. Clausius había condenado al Universo a un final inapelable
dado que los procesos serían irreversibles sucediendo siempre en la misma y
única dirección. Pocos años después el austríaco Ludwig Boltzmann relacionó la
entropía con el grado de desorden de un sistema.
Por tanto, cualquier
proceso que se dé en la naturaleza es para producir mayor desorden, lo que
conlleva un inevitable y caótico final. Entre tanto pesimismo, la vida en la
Tierra lleva unos cuatro mil millones de años intentando ordenar el mundo. La
simple creación de una hormiga supone la organización de millones de células y
componentes químicos. Pero el culmen del orden es la humanidad. Sus cuerpos, sus
pensamientos y sus actos son un monumento al orden. Es cierto que el balance es
negativo: cada vez que un humano intenta ordenar algo es a costa de un desorden
mayor en alguna otra parte. Somos una maravillosa excepción y, mientras estemos
aquí, tenemos una misión: luchar contra la entropía.
-
Seguir leyendo: https://www.libertaddigital.com/ciencia-tecnologia/ciencia/2015-10-20/la-entropia-demuestra-que-la-vida-es-una-excepcion-maravillosa-1276559458/
·
Nada
ni nadie puede vencer a la ἐντροπία
LA
ENTROPÍA.
Si se mira el universo en
su conjunto se observa la inmutable e inexorable regla que dice que la entropía
aumenta a medida que pasa el tiempo (y en principio el tiempo no puede ir «al
revés»). Y esto más que una regla es una ley física que no se puede romper, de
modo que el final inevitable del universo parece ser algo oscuro y frío. Frío
de narices, de 0 grados Kelvin, si acaso se alcanzan porque el propio tiempo no
desaparezca antes. Lo llaman «muerte térmica» o Gran Congelación e incluye
adjetivos como «un lugar inimaginablemente enorme e increíblemente frío (…) Un
escenario de oscuridad, vacío, y desolación».
Sin embargo nos enfrentamos
a la aparente paradoja de los seres vivos: entidades que parecen invertir la
entropía, utilizando energía desordenada, profusa y caótica convirtiéndola (por
ejemplo mediante fotosíntesis) en complejos químicos más organizados, en más
seres vivos (reproducción) e incluso en órganos como los cerebros, de los que
surgen más paradójicamente todavía el orden de una partitura musical, el
lenguaje o las enciclopedias. (!)
Sin embargo, esa aparente
ruptura de la inmutable ley de la termodinámica que exige que la entropía
siempre aumente es en buena parte ilusoria: partiendo de la energía original
puede surgir una entidad más «ordenada» como por ejemplo un señor de Murcia, un
astronauta o unas hermanas trillizas, pero en el proceso se habrá perdido o
«emitido» parte de esa energía en forma de calor, contribuyendo de ese modo a
un mayor «desorden» global del universo. Fotones convertidos en compuestos
químicos tras la fotosíntesis, comida deglutida por nuestros jugos gástricos o
colocar metódicamente los cubiertos en el cajón no disminuyen la entropía,
globalmente la aumentan.
La exposición de Minuto de
Física plantea que quizá esta colaboración sea el verdadero sentido de la vida:
si del desorden inicial del universo surgen estrellas y planetas pero en esos
planetas solo hay compuestos químicos que apenas «hacen nada» la entropía
progresará pero muy lentamente. En cambio si esos compuestos se combinan de
modo que interactúen más rápidamente –por ejemplo generando seres vivos que
evolucionan, se reproducen como conejos y aprovechen mejor la energía del sol y
las plantas– se aumentará más rápidamente la entropía.
En cierto modo, esta idea
planeta que el sentido de la vida es que el universo alcance su inexorable
estado final en el menor tiempo posible, una idea aplastantemente simple. Es
como si una pelota en caída libre se preguntara por el sentido de su «vida» y descubriera
que es «caer hasta llegar al suelo, el inexorable final, lo más rápidamente
posible». Según este punto de vista los seres vivos seríamos meros mecanismos
adecuados para esta labor, si acaso somos necesarios. (Tal y como yo lo veo un
suspiro de una estrella fugaz debe aumentar mucho más rápido esa entropía.)
Mientras llega la Gran
Congelación, disfruta de la vida.
El sentido de la vida y su
relación con la entropía. https://www.microsiervos.com/archivo/ciencia/sentido-de-la-vida-relacion-entropia.html
Entropía y vida
La investigación
concerniente a la relación entre la cantidad de entropía termodinámica y la
evolución de vida empezó alrededor de los inicios del siglo XX. En 1910, historiador
americano Henry Adams imprimió y distribuyó a bibliotecas universitarias y
profesores el pequeño volumen Una Carta a Profesores de Historia
Norteamericanos que propone una teoría de la historia basada en la segunda ley
de termodinámica y en el principio de entropía.
- Adams, Henry. (1986). History of the United States of America During the Administration of Thomas Jefferson (p. 1299). Library of America.
- Adams, Henry. (1910). A Letter to American Teachers of History. Washington.
- Feverdance
Up! And Up! Climbing the stair of dreams
Over the silver star's horizon and across the golden streams
Further up! Beyond the Circle of Samsara
And the horror of Nirvana
Where eleven tongues scream
Word of words: "I am that I am"
Crushed under His weight
These rats will be free
Son of Earth, Daughter of Fire
Snake for Snake, Desire for Desire
Death, oh holy death; enforce us now
On these fields of dreams, let us be your plough
Over the silver star's horizon and across the golden streams
Further up! Beyond the Circle of Samsara
And the horror of Nirvana
Where eleven tongues scream
Word of words: "I am that I am"
Crushed under His weight
These rats will be free
Son of Earth, Daughter of Fire
Snake for Snake, Desire for Desire
Death, oh holy death; enforce us now
On these fields of dreams, let us be your plough
Rise and rise! Across the star plung skies
Breach the gate of lies and see the lighthouse of damnation
Amost strident rise! Above the letters of the name
And the 7 pillars of shame to the death of creation
Dance and die "The killer is a keeper"
So dance with Shmashana. Yes, dance and die!
Dreams of fever, dance of death
Low for high, the truth for a lie
Death, oh holy death; enforce us now
On these fields of dreams, let us be your plough
Wild and Terrible Howler, Earth and Sky Devourer
Cast down the sitting King and break his power
Breach the gate of lies and see the lighthouse of damnation
Amost strident rise! Above the letters of the name
And the 7 pillars of shame to the death of creation
Dance and die "The killer is a keeper"
So dance with Shmashana. Yes, dance and die!
Dreams of fever, dance of death
Low for high, the truth for a lie
Death, oh holy death; enforce us now
On these fields of dreams, let us be your plough
Wild and Terrible Howler, Earth and Sky Devourer
Cast down the sitting King and break his power
¡Arriba! ¡Y arriba! Subiendo la escalera de los sueños
Sobre el horizonte de la estrella plateada y sobre las corrientes doradas
¡Más arriba! Más allá del círculo de Samsara
Y el horror del nirvana
Donde once lenguas gritan
Palabra de palabras: "Soy lo que soy"
Aplastado bajo su peso
Estas ratas serán gratis
Hijo de la tierra, hija del fuego
Serpiente por serpiente, deseo por deseo
Muerte, oh santa muerte; hacernos cumplir ahora
En estos campos de sueños, seamos tu arado
¡Levántate y levántate! Al otro lado de la estrella, cielos hundidos
Rompe la puerta de las mentiras y mira el faro de la condenación
¡Aumento casi estridente! Encima de las letras del nombre
Y los 7 pilares de la vergüenza a la muerte de la creación.
Baila y muere "El asesino es un guardián"
Entonces baila con Shmashana. ¡Sí, baila y muere!
Sueños de fiebre, danza de muerte.
Bajo por alto, la verdad por una mentira
Muerte, oh santa muerte; hacernos cumplir ahora
En estos campos de sueños, seamos tu arado
Aullador salvaje y terrible, devorador de la tierra y el cielo
Derriba al Rey sentado y rompe su poder
Feverdance
Entropía; Caos y Equilibrio
¿Qué es la entropía? No es
sencillo dar una respuesta precisa a esta pregunta, ya en sí esta palabra no es
de uso común. Este concepto fue introducido por primera vez por el científico Clausius Rudolf Emmanuel en 1865, y establece que la energía
no sólo puede medirse en cantidad, sino también en calidad; a mayor entropía, menor calidad de la energía
y mayor tendencia al caos.
Clausius Rudolf nació el 2
de enero de 1822 en Köslin (hoy Koszalin, Polonia). Cursó estudios en las
universidades de Berlín y Halle. Desde el año 1855 hasta su fallecimiento el 24
de agosto de 1888 en Bonn, fue profesor en el Instituto Politécnico de Zurich y
en las universidades de Würzburg y Bonn. Fue el primero en enunciar la
denominada segunda ley de la termodinámica (1850): el calor no puede pasar por
sí mismo de un cuerpo más frío a un cuerpo más caliente. Fue uno de los
primeros que aplicó las leyes de la termodinámica, especialmente el concepto de
entropía, a la teoría de la máquina de vapor. Llevó a cabo así mismo
investigaciones sobre la teoría cinética de los gases y los fenómenos
electroquímicos.
Volviendo a la Entropía: si
observamos nuestro andar cotidiano veremos que se presentan varios
acontecimientos que se relacionan con el
concepto de entropía y de la generación de la misma, por ejemplo: la
gente eficiente lleva vidas de baja entropía
(altamente organizada), ellos tienen un lugar para todo (incertidumbre
mínima), y requieren energía mínima para encontrar algo; en contrapartida la
gente ineficiente es desorganizada y
lleva una vida de alta entropía, a estas personas les cuesta minutos, si no es
horas, encontrar algo que necesitan, y es probable que ocasionen un gran
desorden mientras buscan.
Entropía es pues caos y
equilibrio en el fluir de una ley natural que parece gobernar el comportamiento
del macrocosmos y por consiguiente del
microcosmos. Esta aparente contradicción debe mirarse más bien como dos
opuestos que se complementan para formar una sola unidad. Para poder comprender
mejor este concepto imaginemos un pequeño experimento: supongamos por un momento que el universo entero se ve
representado en un vaso con un fluido experimental (whisky), que se encuentra a
una temperatura de 22 ºC. Después agregamos algunos cubos geométricos de H20
cristalizado (cubitos de hielo) a una temperatura de 0 ºC; el calor, por su
naturaleza, comenzará a fluir del elemento más caliente hacia el más frío, es
decir, el calor del fluido se transfiere
hacia el hielo, pero éste no se empezará a derretir inmediatamente, lo hará
paulatinamente y mientras esto sucede la temperatura del hielo permanecerá
constante. Después de algunos minutos encontraremos que todo el hielo se ha
derretido y el resultado final será una mezcla (Whisky y H20) diluida del
fluido experimental. También habremos notado que toda la mezcla ha alcanzado una temperatura
homogénea y constante, es decir, el pequeño universo contenido en un vaso ha
llegado a un estado de equilibrio y su grado máximo de entropía. Y entonces ¿de
dónde deviene el caos? Hay un hecho que hasta ahora no hemos mencionado.
Mientras el calor del fluido se va transfiriendo al hielo, la entropía de este
va en aumento. La transferencia de energía siempre va acompañada con su respectiva
transferencia de entropía.
En realidad cualquier
estado de materia sólida contiene un menor grado de entropía que una en estado
líquido, esto tiene sentido si recordamos que el líquido es un estado de la
materia más caótico y desordenado. Imaginemos que podemos visualizar un
molécula de hielo y que podemos también predecir su posición en cualquier
instante de tiempo; ésto en un elemento sólido como lo es el hielo es bastante
fácil, ya que las moléculas de este están unidas entre si. Si pudiéramos
también hacer el mismo ejercicio con un elemento líquido encontraríamos que nos
resultaría mucho más difícil encontrar la posición exacta de la misma molécula
debido a la naturaleza de los líquidos. En
conclusión: mientras el hielo se va transformando en líquido la entropía
de éste va en aumento hasta alcanzar un instante en el tiempo donde todos los
puntos del fluido tienen la misma temperatura; entonces decimos que el sistema
ha alcanzado su grado máximo de entropía y de caos, es decir, se encuentra en
equilibrio.
Esta dualidad “Caos y
Equilibrio” convive con nosotros a lo largo de nuestra vida; muchas veces nos
vemos envueltos en circunstancias que
parecen llevarnos a situaciones caóticas. Por instantes la vida parece ponernos
frente a momentos críticos, etapas que por momentos parecieran ser insalvables,
es entonces cuando debemos buscar un eje que nos sirva de apoyo, ese camino
espiritual, esa paz interior que poco a poco nos va devolviendo el equilibrio.
Es por eso por lo que conocer las leyes de la naturaleza significa conocer las
leyes del ser humano, pues nosotros
formamos parte de ésta, así que sus leyes son también nuestras leyes.
"Lo más bello que
podemos experimentar es el misterio de las cosas" (Albert Einstein)
Eduardo García Rivera. https://www.revistaesfinge.com/ciencia/fisica/item/617-16entropia-caos-y-equilibrio
A menudo el sepulcro
encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd. Alphonse de Lamartine
La
muerte y el arte.
La muerte siempre ha creado
en el ser humano cierta expectación y misterio, provocando que nos enamoremos
de ella, que nos sea imposible no prestarle atención, ya que cuando nacemos
estamos destinados a morir.
La muerte siempre ha estado
ahí, silenciosa y callada ha perseguido a la humanidad. En la época del
paleolítico ya se realizaban rituales funerarios para los seres queridos.
Pero la cultura que más
importancia le ha dado a la muerte ha sido la Egipcia, quien se encargó de
realizar todo un despliegue de magia, rituales, trabajos científicos y
artísticos para que así sus difuntos pudieran tener todo cuanto desearan en la
otra vida.
Sabemos cómo vivieron y
cómo murieron gracias a que esta cultura dedicó toda su vida a esperar y
preparar la llegada de su muerte. Se han encontrado miles de imágenes que hoy
en día sirven de estudio a millones de personas que quieren saber cuáles eran
los nombres de sus faraones, por qué momificaban a sus muertos y que clase de
vida llevaron.
Durante la época del
Medievo (período histórico de la civilización occidental comprendido entre el
siglo V y el XV) cambió mucho la representación que se le daba a la muerte,
pues esta tendía a ser representa como algo abstracto. Siempre se veía a la
muerte como una osamenta 1 que salía con naturalidad
al lado de los vivos mientras estos realizaban cualquier tipo de tarea.
Para los Mayas, la forma de
representar a sus difuntos era a través de las máscaras de jade 2
que solían representar el rostro del difunto.
Para las personas que
vivieron en la época del Renacimiento y Barroco, la idea de la muerte resultaba
terriblemente seductora. Los renacentistas, crearon así los retratos pictóricos
llamados post mortem. Estos cuadros solían plasmar el momento de la muerte.
Los renacentistas basaban
sus obras en el abandono de la representación humana como ideal. Esto lo
tomaron prestado del mundo Griego, para poder así plasmar en los cuadros la
belleza del defecto humano.
1 Osamenta: Esqueleto del
hombre y de los animales. Conjunto de los huesos sueltos del esqueleto. (R.A.E)
2 Jade: Piedra muy dura,
tenaz, de aspecto jabonoso, blanquecina o verdosa con manchas rojizas o
moradas, que suele hallarse formando nódulos entre las rocas estratificadas
cristalinas. Es un silicato de magnesia y cal con escasas porciones de alúmina
y óxidos de hierro y de manganeso, resultando con una composición semejante a
la del feldespato. Muchas de las herramientas prehistóricas están hechas de
este mineral, y aún se emplea en China para
fabricar amuletos muy apreciados contra el mal de piedra. (R.A.E)
La
muerte. El final del camino de la vida.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua define la palabra
“Muerte” como una cesación o término de la vida. Pero lo que esta claro es que
la muerte es algo más que una simple palabra que uno puede buscar en cualquier
diccionario.
La muerte es el fin de una
vida. Ya seamos seres humanos, animales o plantas, a todos nos llega por igual,
y no nos afecta a todos por igual.
Akasha
Valentine.
«Vivir es ver morir, envejecer es eso,
empalagoso, terco olor de muerte,
mientras repites, inútilmente, unas palabras,
cáscaras secas, cristal quebrado.
Ver morir a los otros, a aquellos,
pocos. que de verdad quisiste,
derrumbados, deshechos, como el final de este cigarrillo,
rostros y gestos, imágenes quemadas. arrugado papel.
Y verte morir a ti también,
removiendo frías cenizas, borrados perfiles,
disformes sueños, turbia memoria.
Vivir es ver morir y es frágil la materia
y todo se sabía y no había engaño,
pero carne y sangre, misterioso fluir,
quieren perseverar, afirmar lo imposible.
Copa vacía, tembloroso pulso, cenicero sucio,
en la luz nublada del atardecer.
Vivir es ver morir, nada se aprende,
todo es un despiadado sentimiento,
años, palabras, pieles, desgarrada ternura,
calor helado de la muerte.
Vivir es ver morir, nada nos protege,
nada tuvo su ayer, nada su mañana,
y de pronto anochece».
empalagoso, terco olor de muerte,
mientras repites, inútilmente, unas palabras,
cáscaras secas, cristal quebrado.
Ver morir a los otros, a aquellos,
pocos. que de verdad quisiste,
derrumbados, deshechos, como el final de este cigarrillo,
rostros y gestos, imágenes quemadas. arrugado papel.
Y verte morir a ti también,
removiendo frías cenizas, borrados perfiles,
disformes sueños, turbia memoria.
Vivir es ver morir y es frágil la materia
y todo se sabía y no había engaño,
pero carne y sangre, misterioso fluir,
quieren perseverar, afirmar lo imposible.
Copa vacía, tembloroso pulso, cenicero sucio,
en la luz nublada del atardecer.
Vivir es ver morir, nada se aprende,
todo es un despiadado sentimiento,
años, palabras, pieles, desgarrada ternura,
calor helado de la muerte.
Vivir es ver morir, nada nos protege,
nada tuvo su ayer, nada su mañana,
y de pronto anochece».
Juan Luis Panero, "Y de pronto anochece".
WAÑUY arte de INFERNO SADOGOAT
REFLEXIONES SOBRE LA MUERTE
- es el miedo supremo de todo ser racional y digo racional ya que nuestra capacidad de razonar y tomar conciencia no hace poner en la cima a lo inexplicable en este caso la MUERTE
- es la base de toda estructura de ficción, la decadencia hecha potencia la muerte y como toda muerte para no ser olvidada debe vencerla así entra la suposición los inventos los cuentos sus utópicas historias para trascender en el tiempo y ser venerados dando un ego indescriptible a la mentira celestial o destino o cualquier otro destino luego de morir.
- al sentir tan cercana la muerte he comprendido que esta rueda gigante llamada vida continua sin tener remordimiento por la perdida, su mirada sigue fija ella no tiene ninguna contemplación ante nadie, TODOS DEBEN MORIR es su lema
- Misterio supremo de la existencia de toda vida, he bifurcado conceptos, definiciones, teorías y el resultado no comprobado de lo que sucede al podrirse nuestro cuerpo es la absoluta nada, el vacío tan profundo de corrientes filosóficas amancilladlas de supuestos cómodos para tranquilizar la angustiosa vida y su destino formo en mí una innegable negación de todas y cada una de ellas como fantasías, el origen mismo de la vida es la existencia temporal.
- El cuerpo se degrada, el alma busca otra realidad, la conciencia y su inconsciente sueña fabulosos mundos que plantea una estricta forma de alcanzarlos, me resulta irrisorio sus reglas ya que como las terrenales casi nunca cumplimos a raja tabla, es una utopía, una falacia.
- Pienso y esto me hace ser tan diferente al ser viviente, que cuando tengo conciencia de mi rededor y mi destino como ser viviente, siento mis órganos mi cuerpo, la materia misma de la vida esta es la vida, la mente en su escaso uso ha alcanzado un estatus de consumismo de información y entretiene años, días, mese, horas, segundos hasta que la fatalidad vital llegue a su fin: en forma sencilla creamos cielos, mundos, lugares, niveles, etc., con el único fin de tener una respuesta a lo innegable, la muerte.