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lunes, 2 de septiembre de 2019

MUERTE


MUERTE


"Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio".
-Nietzsche



La muerte (a veces referida por los eufemismos deceso, defunción, fallecimiento, óbito, expiración, perecimiento, fenecimiento, cesación) es un efecto terminal que resulta de la extinción del proceso homeostático en un ser vivo; y con ello el fin de la vida. («Muerte, RAE» (en esp). Consultado el 16 de octubre de 2015.)

Mas lo característico de la experiencia humana de la muerte es que en todos los casos desemboca no sólo en la comprensión del hecho de que hay muertes, sino del hecho de que la muerte es algo indisolublemente ligado a la existencia. La experiencia de la muerte, en sus diversas formas, conduce a la convicción del «tener que morir». José Ferrater Mora, Diccionario de la filosofía.

Algunas personas, en momentos determinados de su vida, experimentan el sentimiento autodestructivo de terminar su existencia. El acto para conseguirlo es lo que llamamos suicidio.
La muerte no es un misterio para quien sepa algo de biología. La muerte no asusta a un ateo, porque sabe que nada podrá ocurrirle después de muerto. Lo único que podrá asustarle es una muerte lenta y dolorosa, pero la muerte asistida nos libera de este temor. Mario Bunge

El miedo a la muerte se debe a dos hechos que ocurren dentro de nuestro inconsciente. En primer lugar, la muerte nunca es posible con respecto a nosotros mismos; es decir, la causa de la muerte es externa, en este sentido, se le atribuye un carácter maligno; la muerte es mala y se encuentra en el ambiente, no en nosotros mismos. Siguiendo esto, para nuestro inconsciente es inconcebible morir por alguna causa natural o vejez. En segundo lugar, la persona no es capaz de distinguir entre un deseo y la realización de este (un hecho); esto justifica la muerte sobre la base de la culpa donde el deseo y la realidad generan un conflicto. Así, la persona se considera responsable de la muerte del otro en el sentido de que el deseo de matarlo y el hecho de la muerte genera culpabilidad. Asimismo, el proceso del dolor siempre lleva consigo algo de ira. En este sentido, se depositan en la persona muerta dos sentimientos diferenciados: el amor que se tiene y ha tenido por esta a lo largo de su vida, y el odio generado por la sensación de abandono que genera la pérdida de este ser querido. El miedo a la muerte surge como una negación hacia la existencia de esta. Kübler-Ross, 8 de junio de 2017, «Sobre el miedo a la muerte», pp. 7.




G.V.
Como miseria eterna sin raza ni edad
Dama del misterio y la soledad
Enfría mi carne, calma mi ansiedad
Aprieta mis manos, dame libertad
Muéstrame tu rostro de innombrables formas
Descifra enigmas, destruye las normas
Extirpa mi alma de esta vil vida
Cubre con tu manto esta mi agonía
Quiero cabalgar tu negro corcel
Cruzar dimensiones, nunca más volver
Derivar portales de luz y tinieblas
Rechazar doctrinas Y adorar doncellas
Reina silenciosa
Que aguardas despacio a miles de seres
Que temen tus brazos,
Temor de cobardes,
De reyes y avaros,
Consuelo de enfermos y desamparados
Siento tu presencia en las noches frías
En campos inertes y en casas vacías
En bosques lejanos, en los cementerios
En días nublados, también en los templos
Acaso comienzo otra era
De los días placer, sufrimiento, Dicha o agonía
Oh extraña diosa reina inmortal
Sabia como tu
Ninguna otra más.




Gnósis
MUERTE Y REENCARNACION
En todo este proceso evolutivo que el dios creador ha ideado y está propulsando, tiene mucha importancia la muerte y la reencarnación de los seres humanos. Cuando un ser humano muere, muerto ya el cuerpo físico, el alma es separada del cuerpo llevando consigo al Espíritu encadenado, pues el Espíritu está encadenado al alma y no al cuerpo. Está unido al cuerpo a través del alma. Después de la muerte física, el alma se retira llevando consigo a ese Espíritu. Lleva ese Espíritu a otros planos y allí continúa siendo castigada. Para los Gnósticos este mundo es el infierno, está lleno de castigos y sufrimientos desde el nacimiento hasta la muerte. Pero después de la muerte el sufrimiento continúa, e incluso puede hacerse más intenso todavía. Es castigada el alma por todas las conductas que ha tenido aquí en la Tierra, mientras estaba en el cuerpo físico. El sufrimiento continúa. El alma es golpeada, castigada, “limpiada” dicen algunos, hasta que es trasladada a un nuevo cuerpo para continuar sufriendo. Nadie se salva del infierno, ni siquiera con la muerte. Cuando el alma se ha separado del cuerpo sigue sufriendo, y a veces más que antes. Continúan los apaleamientos y castigos. Y así, a través de sucesivas muertes y reencarnaciones se va modelando la conducta del ser humano. Se engaña a los hombres diciéndoles que estos castigos son para su bien, que de esta manera los hombres van “mejorando”, “evolucionando”, “se van haciendo más buenos”, “más puros”, “más santos”, “más parecidos a su creador”. A su satanás creador. Pregúntenle a ese satanás creador, a quien llaman “Juez Justo” y “Dios de Amor” por qué se mueren los niños. Pregúntenle también por qué inventó tantos virus y enfermedades. Nada responderá, porque además de injusto es sordo y ciego. Los Gnósticos sostienen que el creador se alimenta de las emanaciones producidas por el dolor y los llantos de los hombres. Con los castigos, el demiurgo pretende que los hombres se “perfeccionen” paulatinamente. “Perfeccionarse” significa parecerse cada vez más al demiurgo, al creador. Los castigos cesarán cuando el hombre se rinda ante el creador y acepte ser como él, renunciando a su Espíritu. Esto último es lo que sucede también cuando un hombre o una comunidad de hombres deciden hacer una “alianza” o pacto de sangre con el demiurgo, a fin de que sus sufrimientos disminuyan un poco. En estos casos, el hombre o grupo de hombres involucrados en el pacto, se comprometen a renunciar al Espíritu a cambio de poder o riquezas materiales. Esos hombres renuncian a Todo, a cambio de muy poco. Hay que estar loco o muy desesperado para hacer pactos o alianzas con el demiurgo diabólico. Habrán firmado su sentencia de muerte Espiritual y serán desintegrados cuando todo lo creado desaparezca. ¿Qué debemos hacer para parecernos al creador? Eso se halla escrito en todos los “libros sagrados”, inspirados por él. Allí está todo lo que hay que hacer: “adorar al creador”, “amar al prójimo”, “no comer tal cosa”, “poner la otra mejilla”, etc., etc. Aunque algún precepto carezca de sentido no importa, con obedecerlos es suficiente. Está bien claro lo que el hombre debe hacer para agradar al creador. Lo que ocurre es que se trata de cosas difíciles de realizar, pues cada hombre tiene un Espíritu encerrado en su interior que está gritándole que se oponga al demiurgo y no le obedezca. Por supuesto que algunos hombres escuchan la voz de su Espíritu más que otros. Para eso están los castigos. Para eso existen las muertes y reencarnaciones sucesivas. Algunos hombres necesitan ser más castigados que otros para ser doblegados. A través de los sufrimientos, llega el momento en que el hombre se entrega, se rinde, acepta ser como el creador de la materia. Lo hace para que cesen las torturas, no por otra cosa. Pero al rendirse deberá renunciar a su Espíritu. Deberá anular su Espíritu para demostrarle al creador que su convencimiento es absoluto, que su conversión no es fingida. Al hacerlo, su Yo Espiritual queda absolutamente anulado, es la muerte Espiritual. Ya no escuchará más esa voz interior que le gritaba que se opusiera, que nunca se rindiera, que luchara siempre hasta ser libre, y que él apenas oía. Ha triunfado el alma, ha triunfado el demiurgo. Este hombre se ha convertido en “un santo”, en “un ejemplo digno de ser imitado”. Para el creador es motivo de gran júbilo y alegría cuando ya no existe nada en el hombre que pueda ser reflejo del Espíritu. Se produce en ese hombre un vacío que es llenado por dios. Ese hombre se ha transformado en “un representante de Dios en la Tierra”, en “un Dios viviente”, igual a su creador. Ese es uno de los aspectos más importantes del “Gran Plan” del dios creador. Para eso creó la materia y el tiempo, para eso ha creado todo este universo, para eso lo ha creado al hombre, para eso aprisionó Espíritus Eternos. Cuando el hombre se ha fusionado con dios, o se ha “perdido en Dios”, como dicen las religiones, ese Espíritu ha concluido su función allí. Pero, lejos de ser liberado, será amarrado nuevamente por el demiurgo al alma de otro hombre que se halle en un nivel evolutivo inferior, a fin de continuar utilizándolo para propulsar la evolución. Para seguir usándolo en ese objetivo de la creación: la fusión del hombre con su creador. Los Espíritus sólo serán liberados cuando el creador decida dar por terminada su creación, posiblemente dentro de miles de millones de años. Tal vez algún Espíritu pueda liberarse antes por sus propios medios, pero eso es muy difícil. El demiurgo, sabiendo que la huida de uno solo de sus prisioneros sería catastrófica para él y para su creación, ha tomado muchos recaudos para que ello no suceda. Ante todo, para que este proyecto funcione es necesario que los hombres permanezcan dormidos. Es necesario que ningún Yo Espiritual pueda manifestarse y decir “estoy en desacuerdo”, “este no es mi mundo”, “esta no es mi vida”, “este no es mi destino”, “este mundo es el infierno”. Hemos dicho que del sufrimiento no se salva nadie. Ni aun suicidándose es posible escapar de los castigos con que el satanás creador amonesta a sus criaturas. Cuerpos y almas pertenecen al creador durante toda su vida y después de su muerte también. La única solución está en la liberación del Espíritu. Es esta la tarea más difícil e importante que puede acometer un hombre medianamente despierto. Decíamos que el creador necesita que los hombres permanezcan dormidos para concretar su plan. Por lo tanto, cualquier hombre o libro que procure despertar y liberar a los Espíritus deberá ser eliminado. Por eso todo este saber, esta Gnosis, ha sido tan perseguido y acallado. El demiurgo necesita que los hombres no despierten, para conducirlos como sonámbulos, a través de sucesivas reencarnaciones, a ese punto culminante de la evolución en que, cansados de tanto sufrimiento aceptan renunciar… LA RELIGION PROHIBIDA - José María Herrou Aragón


"La muerte es demasiado exacta; todas las razones se encuentran de su lado. Misteriosa para nuestros instintos, se dibuja, ante nuestra reflexión, límpida, sin prestigios y sin los falsos atractivos de lo desconocido". Emil Cioran "Breviario de podredumbre".

Variaciones sobre la muerte
I. Porque no reposa sobre nada, porque carece hasta de la sombra misma de un argumento, es por lo que perseveramos en la vida. La muerte es demasiado exacta; todas las razones se encuentran de su lado. Misteriosa para nuestros instintos, se dibuja, ante nuestra reflexión, límpida, sin prestigios y sin los falsos atractivos de lo desconocido. A fuerza de acumular misterios nulos y de monopolizar el sinsentido, la vida inspira más espanto que la muerte: es ella la gran Desconocida. ¿A dónde puede llevar tanto de vacío e incomprensible? Nos aferramos a los días porque el deseo de morir es demasiado lógico, por tanto ineficaz. Porque si la vida tuviese un solo argumento a su favor -distinto, de una evidencia indiscutible- se aniquilaría; los instintos y los prejuicios se desvanecen al contacto con el Rigor. Todo lo que respira se alimenta de lo inverificable; un suplemento de lógica sería funesto para la existencia -esfuerzo hacia lo Insensato... Dad un fin preciso a la vida: pierde instantáneamente su atractivo. La inexactitud de sus fines la vuelve superior a la muerte; un ápice de precisión la rebajaría a la trivialidad de las tumbas. Pues una ciencia positiva del sentido de la vida despoblaría la tierra en un día; y ningún frenético lograría reanimar la improbabilidad fecunda del deseo. II. Se puede clasificar a los hombres siguiendo los criterios más caprichosos: según sus humores, sus inclinaciones, sus sueños o sus glándulas. Se cambia de ideas como de corbatas; pues toda idea, todo criterio viene de lo exterior, de las configuraciones y de los accidentes del tiempo. Pero hay algo que viene de nosotros mismos, que esnosotros mismos, una realidad invisible, pero interiormente verificable, una presencia insólita y de siempre, que puede concebirse en todo instante y que no nos atrevemos jamás a admitir, y que no tiene actualidad más que antes de su consumación: es la muerte, el verdadero criterio... Y es ella, la más íntima dimensión de todos los vivientes. La que separa la humanidad en dos órdenes tan irreductibles, tan alejados el uno del otro, que hay más distancia entre ellos que entre un buitre y un topo, que entre una estrella y un escupitajo. El abismo de dos mundos incomunicables se abre entre el hombre que tiene el sentimiento de la muerte y el que no lo tiene; sin embargo, los dos mueren; pero uno ignora su muerte, el otro la sabe; el uno no muere más que un instante, el otro no cesa de morir... Su condición común les coloca precisamente en las antípodas el uno del otro; en los dos extremos y en el interior de una misma definición; inconciliables, sufren el mismo destino... El uno vive como si
fuera eterno; el otro piensa continuamente su eternidad y la niega en cada pensamiento. Nada puede cambiar nuestra vida salvo la insinuación progresiva en nosotros de las fuerzas que la anulan. Ningún principio nuevo le adviene ni de las sorpresas de nuestro crecimiento ni del florecimiento de nuestros dones; le son naturales. Y nada natural sabría hacer de nosotros otra cosa que nosotros mismos. Todo lo que prefigura la muerte añade una cualidad de novedad a la vida, la modifica y la amplía. La salud la conserva tal cual, en una estéril identidad; mientras que la enfermedad es una actividad, la más intensa que el hombre pueda desplegar, un movimiento frenético y... estacionario, el más rico derroche de energía sin gestos, la espera hostil y apasionada de una fulguración irreparable. III. Contra la obsesión de la muerte, los subterfugios de la esperanza se declaran tan ineficaces como los argumentos de la razón: su insignificancia no hace sino exacerbar el apetito de morir. Para triunfar sobre este apetito no hay más que un solo «método»: vivirlo hasta el fin, sufriendo todas sus delicias y sus espantos, no hacer nada por eludirlos. Una obsesión vivida hasta la saciedad se anula en sus propios excesos. De tanto hacer hincapié sobre el infinito de la muerte, el pensamiento llega a gastarlo, a asquearnos de él, negatividad demasiado llena que no ahorra nada y que, más bien que comprometer y disminuir los prestigios de la muerte, nos desvela la inanidad de la vida. Quien no se ha entregado a las voluptuosidades de la angustia, quien no ha saboreado en el pensamiento los peligros de la propia extinción ni gustado aniquilamientos crueles y dulces, no se curará jamás de la obsesión de la muerte: será atormentado por ella, por haberla resistido; mientras que quien, experto en una disciplina de horror, y meditando en su podredumbre, se ha reducido deliberadamente a cenizas, ese mirará hacia el pasado de la muerte y el mismo no será sino un resucitado que ya no puede vivir. Su «método» le habrá curado de la vida y de la muerte. Toda experiencia capital es nefasta: las capas de la existencia carecen de espesor; quien las holla, arqueólogo del corazón y del ser, se encuentra, al final de sus investigaciones, ante profundidades vacías. Echará de menos vanamente el ornato de las apariencias. Así es como los Misterios antiguos, pretendidas revelaciones de los secretos últimos, han pasado sin legarnos nada en materia de conocimiento. Los iniciados sin duda estaban obligados a no transmitir nada; es, sin embargo, inconcebible que en tan gran número no se haya encontrado un solo charlatán; ¿qué hay de más contrario a la naturaleza humana que tal obstinación en el secreto? Lo que ocurre es que no había secretos; había ritos y estremecimientos. Una vez apartados los velos, ¿qué podían descubrir sino abismos sin importancia? No hay iniciación más que a la nada y al ridículo de estar vivo. ...Y yo sueño con una Eleusis de corazones desengañados, con un Misterio neto, sin dioses y sin la vehemencia de la ilusión. Breviario de podredumbre Emil Cioran


«Existir es una maldición. Somos nuestro propio e in compartido infierno. Existimos para tragar mundo. Para aguantar, a pie firme, el dramático oleaje de la realidad. Estamos construidos única y exclusivamente para eso: para ser una palpitante maquinaria de sufrimiento, para responder -segundo por segundo, minuto por minuto, mes por año- por este conjunto biológico que trata, desesperadamente, de oponerse a la muerte». Héctor Rojas Herazo , en "De la amistad".




Madre Muerte - Goat Semen
Yo rogué
Hirviendo en blasfemia
Mi alma no es de este lugar
En el infierno
Escrito mi nombre esta
Llévame!
Mi alma reclama un lugar en tu reino
Abominable diosa evernal
He hablado de tu lenguaje
Infinitivamente negro e impuro
De tu voluntad!
Sin piedad azota el rostro de la humanidad
Eleva tu trono olvidado
Peste negra bañada en sangre y dolor
Mater Mortem!
Otra vez... te veo!
Madre muerte!
Oh! Bella diosa triste y marchita
Paz negra y vacía, silencio final!
Toma mi mano, abrígame en la tierra!
Muéstrame la eternidad!
Desnuda mi alma! Envuélvela en fuego!
Madre muerte!






Coalición contra la muerte  



 ¿Cómo imaginar la vida de los otros, si hasta la propia parece apenas concebible? Se encuentra a alguien, se le ve hundido en un mundo injustificado e impenetrable, en un amasijo de convicciones y deseos que se superponen a la realidad como un edificio mórbido. Habiéndose forjado un sistema de errores, sufre por motivos cuya nulidad espanta al espíritu y se entrega a valores cuya ridiculez salta a la vista. Sus empresas, ¿podrían parecer otra cosa que bagatelas, y la simetría febril de sus preocupaciones mejor fundada que una arquitectura de naderías? Al observador exterior, lo absoluto de cada vida se le revela intercambiable y todo destino, que sin embargo es inamovible en su esencia, arbitrario. Si nuestras convicciones nos parecen fruto de una frívola demencia, ¿cómo tolerar la pasión de los otros por sí mismos y por su propia multiplicación en la utopía de cada día? ¿Por qué necesidad éste se encierra en un mundo particular de predilecciones y aquél en otro?  Cuando sufrimos las confidencias de un amigo o de un desconocido, la revelación de sus secretos nos llena de estupor. ¿Debemos referir sus tormentos al drama o a la farsa? Eso depende por completo de las benevolencias o exasperaciones de nuestra fatiga. Puesto que cada destino no es sino un estribillo que se agita en torno a unas cuantas manchas de sangre, depende de nuestros humores ver en el proceso de sus sufrimientos un orden superfluo y entretenido o un pretexto de piedad.  Como es difícil aprobar las razones que invocan los existentes, cada vez que se separa uno de cualquiera de ellos la pregunta que viene al espíritu es invariablemente la misma: ¿cómo será que no se mata? Pues nada más natural que imaginar el suicidio de los otros. Cuando uno ha atisbado, por una intuición devastadora y fácilmente renovable, su propia inutilidad, es incomprensible que cualquier otro no haga lo mismo. ¡Suprimirse parece un acto tan claro y tan simple! ¿Por qué es tan raro, por qué todo el mundo lo elude? Es que, si la razón desautoriza el apetito de vivir, la nada que hace prolongar los actos es sin embargo de una fuerza superior a todos los absolutos; explica la coalición tácita de los mortales contra la muerte; no sólo es el símbolo de la existencia, sino la existencia misma; es el todo. Y esa nada, ese todo no puede dar un sentido a la vida, pero la hace al menos perseverar en lo que es: un estado de no-suicidio.




La gama del vacío  

 He visto a éste perseguir tal meta y aquél, tal otra; he visto a los hombres fascinados por objetos dispares, bajo el embrujo de proyectos y de sueños juntamente viles e indefinibles. Analizando cada caso aisladamente para penetrar en las razones de tanto fervor desperdiciado, he comprendido el sinsentido de todo gesto y de todo esfuerzo. ¿Existe una sola vida que no esté impregnada de los errores que hacen vivir? ¿Existe una sola vida clara, transparente, sin raíces humillantes, sin motivos inventados, sin los mitos surgidos de los deseos? ¿Dónde está el acto puro de toda utilidad: sol que aborrezca la incandescencia, ángel en un universo sin fe, o gusano ocioso en un mundo abandonado a la inmortalidad?  He querido defenderme contra todos los hombres, reaccionar contra su locura, descubrir su origen; he escuchado, he visto y he tenido miedo: miedo de actuar por los mismos motivos o por cualquier otro motivo, de creer en los mismos fantasmas o en cualquier otro fantasma, de dejarme ahogar por las mismas embriagueces o por cualquier otra embriaguez; miedo, finalmente, de delirar en común y de expirar en una multitud de éxtasis. Yo sabía que al separarme de una persona me iba desposeído de un error, pobre de la ilusión que le dejaba... Sus palabras enfebrecidas le descubrían prisionero de una evidencia absoluta para él e irrisoria para mí; al contacto de su absurdo, yo me despojaba del mío... ¿A qué adherirse sin el sentimiento de engañarse y sin enrojecer? No puede justificarse más que aquel que practica, con plena conciencia, lo disparatado necesario para cualquier acto, y que no embellece con ningún sueño la ficción a la que se entrega, del mismo modo que no puede admirarse más que a un héroe que muere sin convicción, tanto más presto al sacrificio por haber entrevisto su fondo. En lo que respecta a los amantes, serían odiosos si en medio de sus muecas el presentimiento de la muerte no les rozase. Es turbador pensar que nos llevamos a la tumba nuestro secreto -nuestra ilusión-, que no hemos sobrevivido al error misterioso que vivificaba nuestro aliento, que excepto las prostitutas y los escépticos todos caen en el engaño porque no adivinan la equivalencia, en la nulidad, de los placeres y de las verdades.  He querido suprimir en mí las razones que invocan los hombres para existir y para actuar. He querido llegar a ser indeciblemente normal, y heme aquí en el alelamiento, en el mismo plano que los idiotas y tan vacío como ellos.



Epitafio

 «Tuvo el orgullo de no mandar jamás, de no disponer de nada ni de nadie. Sin subalternos, sin amos, no dio ni recibió órdenes. Excluido del imperio de las leyes, y como si fuera anterior al bien y al mal, no hizo padecer nunca a nadie. En su memoria se borraron los nombres de las cosas; miraba sin percibir, escuchaba sin oír: los perfumes y aromas se desvanecían al aproximarse a los orificios de su nariz y a su paladar. Sus sentidos y sus deseos fueron sus únicos esclavos: de tal modo que apenas sintieron, apenas desearon. Olvidó dicha y desdicha, sed y temores; y si en alguna ocasión volvía a acordarse de ellos, desdeñaba nombrarlos y rebajarse así a la esperanza o la nostalgia. El gesto más ínfimo le costaba más esfuerzos que los que cuestan a otros fundar o derribar un imperio. Pues nació cansado de nacer, se quiso
sombra: ¿cuándo vivió entonces?, ¿y por culpa de qué nacimiento? Y si llevó su sudario en vida, ¿merced a qué milagro logró morir?»
Sobre E.M. Cioran, por Fernando Savater


jueves, 12 de marzo de 2009


NOTA FINAL

No se culpe nadie por lo inevitable. Eso es lo más importante: esta no es una decisión tomada en un solo momento de desesperación o tristeza, sino algo que llevo mucho tiempo maquinando. Desde hace más de quince años que la idea de acabar con mi vida ha estado presente, muchas veces con poderoso empeño y recta intención. Y ha sido mi deseo supremo, mi máxima prueba y mi más profundo anhelo desde hace por lo menos diez años. Tantas veces que me dije que me suicidaría antes de los veinte. Y no lo hice, tal vez por indolencia, miedo, falta de convicción, o simplemente porque luego sentí que no era el momento. Pero el deseo de auto aniquilación siguió, permanente, inseparable de mi esencia y de mi forma de ver el mundo. Esto lo digo para que nadie piense que es culpable: nada se pudo haber hecho para cambiar mi posición frente a la vida humana. Nadie debe pensar que me hirió, o que pudo haber hecho algo para evitar mi suicidio. Nada pudo haber hecho; ni palabras y actos bienhechores, porque simplemente mi deseo más profundo no se debe a un momento de angustia, todo lo contrario, la sola idea de mi muerte venidera me llena de regocijo. Deben saber, de una buena vez, que muero feliz, FELIZ!. Esta es una extraña felicidad que me embarga completamente, ante la sola idea de morir por mano propia, de hacer ejercicio de mi más poderosa voluntad: elegir el momento, el lugar y la forma de mi muerte, algo que considero que es la máxima expresión de la soberanía del ser humano sobre el azar. No hay ninguna palabra que pudieran haber dicho, ni un gesto o un acto. No hay ayuda que hubieran podido darme, por una simple razón: no necesito ni necesité ayuda de ninguna clase. Lo hago con la más poderosa convicción, pues creo que el suicidio es la más noble de las muertes, en especial si uno la escoge, no en un momento de desesperada tristeza o por problemas agobiantes, sino, por sobre todo, como un acto voluntario, un impulso de la verdadera voluntad, un acto filosófico que demuestra que se tiene la capacidad de escoger no morir por accidente, sino por mano y deseo propios. Es de capital importancia que nadie se eche la culpa de mis decisiones, que son lógicas y llenas de sentido, aunque tal vez con una cadena de pensamientos que no será fácilmente comprendida por quien no haya leído, investigado ni meditado sobre el vacío, la nada y el absurdo que rige toda existencia humana.

Una vez más: nada pueden hacer para que cambie de opinión, pues esta se ha forjado a lo largo de años de pensar y reflexionar, y no surge de un inesperado impulso. Mi suicidio es, quizá, lo menos impulsivo que he hecho en mi vida. Y, para demostrarlo, dejo claro que todo este tiempo lo he ocultado con excelente resultado, pues mis planes han sido meditados poco a poco. He decidido hacer de mi muerte lo que yo quiera, siguiendo la Ley de Aleister Crowley: Has lo que quieras, esa es la única ley. “El hombre tiene derecho de vivir según su propia ley, de vivir del modo en que quiera hacerlo, de trabajar como quiera, de actuar como quiera, de descansar como quiera, de morir cuando y como quiera.”
Entiéndase muy bien esto: deseo con toda mi alma ejercer mi libertad de morir cuando quiera y como yo lo desee. Mi trabajo fundamental de los últimos años ha sido perfeccionar el modo en que moriré, es la forma que yo he adoptado para actuar, descansar con la muerte y morir por mano propia. A lo largo de mi vida he buscado mil y un caminos de espiritualidad. He leído muchísimo sobre las diversas religiones, en especial el aspecto místico de estas. Me he unido a grupos de oración, a centros de meditación, a templos de alabanza como el hinduismo, he practicado artes marciales, he sido un cultor de la Magia Ceremonial, he estudiado la cábala, el Tarot, las Runas, las escuelas gnósticas, la Masonería. Ha sido una larga búqueda, y de cada una he sacado aquello que más me ha convenido o maravillado. Y siempre he llegado a la misma conclusión: Dios trabaja en el silencio, en la nada, en el vacío. La existencia es absurda y se centra en el vacío y la nulidad de todo trabajo. El ser humano vive una larga vida de torpe sufrimiento y torpe alegría, todo para llegar a ser polvo y nada más. Algún día moriremos, eso es lo único que podemos saber con total certeza. Y toda la vida de sacrificios y esfuerzos lleva a ese día en que la muerte aparezca, sin previo aviso. Y todos los años dedicados a vivir habrán resultado vanos e inútiles. Muchos dirán: pero el recuerdo que queda de tu vida es lo que importa. Pero yo digo: en cien años, nadie sabrá quiénes fuimos, en quinientos, nuestros nombres y nuestras vidas serán olvidados definitivamente. Pero alguien dirá: ¿y qué hay de quienes han hecho historia? Y yo digo: ellos no son recordados, lo que se recuerda es una imagen de ellos, una ilusión. Y alguien dirá ¿cuál es la importancia de ser recordado? Y yo digo: ninguna. Por eso mismo. La vida no tiene importancia alguna, es solo una mota de polvo en el viento, una gota perdida en un inmenso océano de absurdo. Entonces la muerte es la única vía verdadera. Y qué mejor que ésta no sea sorpresiva e imprevista, sino todo lo contrario: preparada de antemano, perfeccionada, estetizada, teatralizada, anticipada. Pienso que la nada que sobreviene a la muerte es lo que más deseo. Y prefiero que venga cuando yo lo decida, no cuando un fruto del azar lo proponga. Entiéndalo bien: mi muerte ha sido muy meditada, y es algo que me llena de felicidad. NO sean egoístas al llorarme. Es mi camino, mi decisión. Cada quien elige lo que desea, y yo he deseado la muerte por años. Sientan que me fui a otro país, a estudiar, o lo que sea. Pero entiendan que he hecho lo que he querido siempre, que realizo mi máximo deseo, mi más profundo anhelo. Sepan que muero feliz. Y sé que mucho me acusarán de egoísmo por matarme, pero entiendan que es el camino de mi propia vida/muerte, y que nadie más puede decidir sobre él, nadie más que yo. Y si mi partida afecta a alguien (cosa que espero, con gran ansia, que no sea), si ocurre eso, entonces será una prueba más, un peldaño en la vida de esa persona para que experimente el aprendizaje, es una experiencia de la cual deberá comprender lo mas importante: la vida apunta a la muerte, no importa si la deseamos o no. Y no digo que todo el mundo deba suicidarse, ese es un camino muy personal. Otras personas decidirán que su vida es importante y que deben vivir hasta que el destino, dios, o como quieran llamarlo lo decida. Y está bien. Pero mi muerte deberá ser una muestra de que la desaparición está en cada rincón de nuestra existencia. Es una lección de no aferrarnos a nada ni a nadie: cosas materiales, personas, vida, ilusiones, amor, deseos… todo desaparece con el tiempo. La vida está hecha de estos vaivenes y debemos aceptarlos tal y como vienen. En mi caso, acepto la vida como es, pero mi voluntad y mi pensamiento me dicen que debo aceptar mi propia realidad: la muerte por mi mano, el destino final de mi vida es el suicidio. Y eso lo he sabido desde niño (siempre supe que yo me mataría). A todos mis seres cercanos, familia y amigos: sus vidas las pueden encaminar hacia donde lo deseen, por favor, acepten que yo halla hecho lo mismo. Estén orgullosos de que haya realizado mi mayor deseo. Mi madre: te amo, y espero que entiendas que esto es lo que quiero y, aunque no lo compartas, entiende que es mi forma de pensar y sentir. Gracias a ti, la vida ha sido llevadera y solo por ti no reclamo ninguna injusticia, pues eres lo mejor que me pudo haber pasado. Pero mi mente es curiosa y me llevó a leer con asiduidad tanta filosofía del absurdo, que mis reflexiones me han revelado lo que para mí es la gran verdad: morir por mano propia es la mejor forma de morir, sin enfermedad o desastrosa agonía.

Cuánto admiro a los más grandes suicidas de la historia, y la maravillosa fuerza y el empuje que tuvieron. Algunos, por defender sus creencias, otros, por mostrar honor, otros, porque era una forma de demostrar su convicción: averigüen sobre ellos y podrán ver lo impresionante, lo épico de sus hazañas: todos se suicidaron por una gran razón: desde la mitología, en la que destacan Áyax Telamonio , Heracles (Hércules), y Roustán el héroe de Ferdusi. En la historia, quién puede olvidar a Sócrates, al gran Séneca, a Yukio Mishima, a Yasunari Kawabata, a los 47 ronin de la historia japonesa, a Tchaikovsky, y a tantos otros grandes hombres. En la literatura, los libros que mejor hablan sobre mi postura frente al suicidio, son El Árbol de la Ciencia, de Pío Baroja, en el que el personaje se suicida por razones perfectamente afines a las mías, o Caballos desbocados, de Yukio Mishima, en la que la escena de suicidio del protagonista es lo más delicioso que he leído en años.

Entiendan, pues, que mi muerte es premeditada desde hace años, y que he planeado meticulosamente cada detalle. No me mato por depresión, o por fanatismo ni nada. Tanto he leído que es imposible que alguien con mi conocimiento se vuelva fanático de una secta o religión. Es una conclusión, más bien, la que me lleva al suicidio: el hecho de saber que la muerte incidental es torpe, mas la muerte por mano propia, en el lugar y de la forma que uno desee, en el momento en que uno se sienta preparado, es elegante y pertinente. El hecho de saber que la vida no tiene razón de ser más que la muerte y la nada, y el hecho de aceptar aquel hecho y permitir que la voluntad sea la que decida definitivamente, más que el capricho del azar. Pienso que mi destino es demostrar que mi máximo poder reside en decidir la hora y la forma de mi propia muerte. No es el camino de todos, no es lo que todos deben hacer, esto es algo que solo yo debo emprender. Otros tendrán otros caminos: una familia, un trabajo. Yo tengo el suicidio. Y aquellos que pierden mi presencia, sepan que no es más que una lección: todo se desvanece, tarde o temprano, y debemos aceptarlo. La vida es una pérdida tras otra, y debemos aceptar ese hecho con serenidad. Yo lo hago. Lo acepto con la máxima prueba: renegar de mi propia existencia, deshacerme de lo único que en verdad tengo: la vida. Este es el desapego máximo, la demostración suprema de mi forma de concebir el mundo: la vida es aceptar lo que viene con serenidad, y aceptar perderlo todo, sin derramar una lágrima. Y eso es lo que hago: muero feliz.

La muerte me encanta: por eso colecciono cráneos y lo mejor de la literatura, para mí, son aquellos textos que se centran en la muerte. Y he sido cauteloso al escoger la mía: un ritual de Alta Maga Ceremonial para dar un toque estético, mi traje de mago, con túnica, para dar el toque esotérico; un brindis final, para dar un toque teatral al momento de beber el veneno (soy un esteta y creo que la única salvación posible para el ser humano no radica en la moral ni en la ética, sino en la belleza y la estética del arte. De hecho, en varias ocasiones, lo único que detuvo mi mano suicida, lo único que me mantuvo vivo, fue el deseo de leer buena literatura. Debo decir que en varias ocasiones, seguí vivo gracias a determinados libros, que me hicieron apreciar lo bello de la vida y la necesidad de vivir un poco más: el deleite de magníficos libros como En busca del Tiempo Perdido, de Marcel Proust, o los testos de Borges, Cortázar, Mishima, Cervantes, Shakespeare, las novelas de caballería, el Bestiario de Cristo o las novelas de Hoffmasnn, fue lo que prolongó mi vida en más de una ocasión. Esos libros, lo diré aunque suene cursi, salvaron mi vida muchas veces, pues no me suicidé solo porque quería terminarlos. Pienso que en el arte maravilloso, en especial en la literatura, la música y la magia, está la única salvación de la especie humana). Un brindis final, he dicho antes de tan largo paréntesis, para dar el toque teatral a mi suicidio, y el veneno más elegante y eficaz: cianuro de potasio. Nótese que el cianuro lo tengo desde hace algún tiempo, y su sola presencia me ha dado una alegría quizá algo enfermiza: soy feliz de saber que tengo mi medio de muerte, que sé lo que me va a matar y que yo mismo me lo administraré cuando lo desee, cuando me sienta preparado y cuando lo considere necesario y adecuado. Por propia voluntad!. ¿Alguien puede decir que sabe cómo morirá o cuándo? ¡Yo sí!
Al cianuro, le añadiré cloroformo, que me dejará inconsciente y, de esa forma, moriré sin dolor. Creo que es elegante y es mi última creación artística. Lástima que no lo verá ni presenciará nadie. En un futuro, debería permitirse que los suicidas no impulsivos, es decir, aquellos que mueren por voluntad y no por depresión, problemas o tristezas, puedan armar el ritual y el teatro y que se pueda ir a ver cómo se suicida esa persona. Sería una forma de arte harto curiosa.

En fin, dejo a la reflexión todo esto. NO se suiciden si no es su máxima y más profunda y verdadera convicción. Esos casos se dan muy poco cada siglo, y yo soy uno de los afortunados en tener esa convicción. Amo la idea de la muerte por mano propia. Espero que acepten que he hecho con mi vida lo que he querido y que soy feliz, auténticamente feliz, por reflexión profunda y sesuda y no por fanatismo o torpe desvergüenza. Soy muy inteligente, y eso lo saben quienes me rodean, y esta no es una decisión alocada, sino fríamente calculada, no soy un idiota quejumbroso ni un estulto ignorante: con mi inteligencia privilegiada, descubrí mi camino. Es todo. Entiendan mi decisión y sean felices al saber que morí feliz, haciendo exactamente lo que quería. Mi forma de ver el mundo no es común, pero deben aprender a abrir sus mentes a otras formas de concebir el universo, a otras formas de ver lo que nos rodea, y no solamente la estructura en la que fuimos educados, no solamente los estereotipos que nos han enseñado por siglos, las huecas y banales religiones que hablan mal del suicida. Miren más allá de todo eso, penetren en otras formas de ver el mundo, destruyan sus propias realidades y concepciones y aprendan a mirar con nuevas máscaras y nuevos ojos el mundo que nos rodea. No todo es como queremos o como nos lo imaginamos. Hay muchísimas formas de ver el mundo, Y yo solo planteo la mía, que no es mejor ni peor que otras: el suicidio como un arte, como una manifestación de la voluntad más poderosa, y como única forma posible de esa real manifestación. La voluntad de suicidio es mi camino y mi meta. Quizá no compartan este punto de vista (de hecho, sé que no lo compartirán y espero que no lo hagan, pues es mi vía personal y única, encuentren la suya propia), pero entiendan que, al suicidarme, soy completamente coherente con mi forma de ser, con mi manera de pensar, con mi propia esencia, con quien soy en realidad. Sepan que he realizado mi vida, y aprendan a ser felices por mí en ese aspecto. Viva la Vida, Viva la Muerte. Ambas son vacías, absurdas, son nada. Me perderé en el Absoluto, como una gota se pierde en el océano, como un grano de arena en el desierto. Me extinguiré y entraré en la vacuidad. Doy la espalda al mundo y dejo la nada a nadie.

Los amo.

Andrés Martín Castro Salazar
Popeye el Marino
Ángel de lo Estrambótico
Deo Duce Comite Ferro D.D.C.F.
Conde de Krutoy
Cornelius Nepos
Mago Magnalucius

Nada

Nadie

http://borntoperform-miguel.blogspot.com/2009/03/nota-final.html





LA ENTROPÍA

Para poner todas estas observaciones en claro, Clausius formuló un principio que a la postre se demostró devastador para las esperanzas del concepto de eternidad. Denominó como entropía (del griego ἐντροπία, evolución o transformación) a una magnitud física que permite conocer la parte de la energía que no es capaz de producir movimiento, osea, la energía perdida. Además, predijo que esta magnitud, en cualquier proceso natural, existiría inevitablemente. Clausius había condenado al Universo a un final inapelable dado que los procesos serían irreversibles sucediendo siempre en la misma y única dirección. Pocos años después el austríaco Ludwig Boltzmann relacionó la entropía con el grado de desorden de un sistema.

Por tanto, cualquier proceso que se dé en la naturaleza es para producir mayor desorden, lo que conlleva un inevitable y caótico final. Entre tanto pesimismo, la vida en la Tierra lleva unos cuatro mil millones de años intentando ordenar el mundo. La simple creación de una hormiga supone la organización de millones de células y componentes químicos. Pero el culmen del orden es la humanidad. Sus cuerpos, sus pensamientos y sus actos son un monumento al orden. Es cierto que el balance es negativo: cada vez que un humano intenta ordenar algo es a costa de un desorden mayor en alguna otra parte. Somos una maravillosa excepción y, mientras estemos aquí, tenemos una misión: luchar contra la entropía.

·          Nada ni nadie puede vencer a la ἐντροπία



LA ENTROPÍA.
Si se mira el universo en su conjunto se observa la inmutable e inexorable regla que dice que la entropía aumenta a medida que pasa el tiempo (y en principio el tiempo no puede ir «al revés»). Y esto más que una regla es una ley física que no se puede romper, de modo que el final inevitable del universo parece ser algo oscuro y frío. Frío de narices, de 0 grados Kelvin, si acaso se alcanzan porque el propio tiempo no desaparezca antes. Lo llaman «muerte térmica» o Gran Congelación e incluye adjetivos como «un lugar inimaginablemente enorme e increíblemente frío (…) Un escenario de oscuridad, vacío, y desolación».
Sin embargo nos enfrentamos a la aparente paradoja de los seres vivos: entidades que parecen invertir la entropía, utilizando energía desordenada, profusa y caótica convirtiéndola (por ejemplo mediante fotosíntesis) en complejos químicos más organizados, en más seres vivos (reproducción) e incluso en órganos como los cerebros, de los que surgen más paradójicamente todavía el orden de una partitura musical, el lenguaje o las enciclopedias. (!)

Sin embargo, esa aparente ruptura de la inmutable ley de la termodinámica que exige que la entropía siempre aumente es en buena parte ilusoria: partiendo de la energía original puede surgir una entidad más «ordenada» como por ejemplo un señor de Murcia, un astronauta o unas hermanas trillizas, pero en el proceso se habrá perdido o «emitido» parte de esa energía en forma de calor, contribuyendo de ese modo a un mayor «desorden» global del universo. Fotones convertidos en compuestos químicos tras la fotosíntesis, comida deglutida por nuestros jugos gástricos o colocar metódicamente los cubiertos en el cajón no disminuyen la entropía, globalmente la aumentan.
La exposición de Minuto de Física plantea que quizá esta colaboración sea el verdadero sentido de la vida: si del desorden inicial del universo surgen estrellas y planetas pero en esos planetas solo hay compuestos químicos que apenas «hacen nada» la entropía progresará pero muy lentamente. En cambio si esos compuestos se combinan de modo que interactúen más rápidamente –por ejemplo generando seres vivos que evolucionan, se reproducen como conejos y aprovechen mejor la energía del sol y las plantas– se aumentará más rápidamente la entropía.

En cierto modo, esta idea planeta que el sentido de la vida es que el universo alcance su inexorable estado final en el menor tiempo posible, una idea aplastantemente simple. Es como si una pelota en caída libre se preguntara por el sentido de su «vida» y descubriera que es «caer hasta llegar al suelo, el inexorable final, lo más rápidamente posible». Según este punto de vista los seres vivos seríamos meros mecanismos adecuados para esta labor, si acaso somos necesarios. (Tal y como yo lo veo un suspiro de una estrella fugaz debe aumentar mucho más rápido esa entropía.)
Mientras llega la Gran Congelación, disfruta de la vida.



Entropía y vida
La investigación concerniente a la relación entre la cantidad de entropía termodinámica y la evolución de vida empezó alrededor de los inicios del siglo XX. En 1910, historiador americano Henry Adams imprimió y distribuyó a bibliotecas universitarias y profesores el pequeño volumen Una Carta a Profesores de Historia Norteamericanos que propone una teoría de la historia basada en la segunda ley de termodinámica y en el principio de entropía.
  • Adams, Henry. (1986). History of the United States of America During the Administration of Thomas Jefferson (p. 1299). Library of America.
  • Adams, Henry. (1910). A Letter to American Teachers of History. Washington.
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  • Feverdance

Up! And Up! Climbing the stair of dreams
Over the silver star's horizon and across the golden streams
Further up! Beyond the Circle of Samsara
And the horror of Nirvana
Where eleven tongues scream
Word of words: "I am that I am"
Crushed under His weight
These rats will be free
Son of Earth, Daughter of Fire
Snake for Snake, Desire for Desire
Death, oh holy death; enforce us now
On these fields of dreams, let us be your plough
Rise and rise! Across the star plung skies
Breach the gate of lies and see the lighthouse of damnation
Amost strident rise! Above the letters of the name
And the 7 pillars of shame to the death of creation
Dance and die "The killer is a keeper"
So dance with Shmashana. Yes, dance and die!
Dreams of fever, dance of death
Low for high, the truth for a lie
Death, oh holy death; enforce us now
On these fields of dreams, let us be your plough
Wild and Terrible Howler, Earth and Sky Devourer
Cast down the sitting King and break his power
 
 
¡Arriba! ¡Y arriba! Subiendo la escalera de los sueños
Sobre el horizonte de la estrella plateada y sobre las corrientes doradas
¡Más arriba! Más allá del círculo de Samsara
Y el horror del nirvana
Donde once lenguas gritan
Palabra de palabras: "Soy lo que soy"
Aplastado bajo su peso
Estas ratas serán gratis
Hijo de la tierra, hija del fuego
Serpiente por serpiente, deseo por deseo
Muerte, oh santa muerte; hacernos cumplir ahora
En estos campos de sueños, seamos tu arado
¡Levántate y levántate! Al otro lado de la estrella, cielos hundidos
Rompe la puerta de las mentiras y mira el faro de la condenación
¡Aumento casi estridente! Encima de las letras del nombre
Y los 7 pilares de la vergüenza a la muerte de la creación.
Baila y muere "El asesino es un guardián"
Entonces baila con Shmashana. ¡Sí, baila y muere!
Sueños de fiebre, danza de muerte.
Bajo por alto, la verdad por una mentira
Muerte, oh santa muerte; hacernos cumplir ahora
En estos campos de sueños, seamos tu arado
Aullador salvaje y terrible, devorador de la tierra y el cielo
Derriba al Rey sentado y rompe su poder
 
Feverdance

 

Entropía; Caos y Equilibrio

¿Qué es la entropía? No es sencillo dar una respuesta precisa a esta pregunta, ya en sí esta palabra no es de uso común. Este concepto fue introducido por primera vez  por el científico Clausius Rudolf  Emmanuel en 1865, y establece que la energía no sólo puede medirse en cantidad, sino también en calidad;  a mayor entropía, menor calidad de la energía y mayor tendencia al caos.
Clausius Rudolf nació el 2 de enero de 1822 en Köslin (hoy Koszalin, Polonia). Cursó estudios en las universidades de Berlín y Halle. Desde el año 1855 hasta su fallecimiento el 24 de agosto de 1888 en Bonn, fue profesor en el Instituto Politécnico de Zurich y en las universidades de Würzburg y Bonn. Fue el primero en enunciar la denominada segunda ley de la termodinámica (1850): el calor no puede pasar por sí mismo de un cuerpo más frío a un cuerpo más caliente. Fue uno de los primeros que aplicó las leyes de la termodinámica, especialmente el concepto de entropía, a la teoría de la máquina de vapor. Llevó a cabo así mismo investigaciones sobre la teoría cinética de los gases y los fenómenos electroquímicos.

Volviendo a la Entropía: si observamos nuestro andar cotidiano veremos que se presentan varios acontecimientos que se relacionan con el  concepto de entropía y de la generación de la misma, por ejemplo: la gente eficiente lleva vidas de baja entropía  (altamente organizada), ellos tienen un lugar para todo (incertidumbre mínima), y requieren energía mínima para encontrar algo; en contrapartida la gente ineficiente es desorganizada  y lleva una vida de alta entropía, a estas personas les cuesta minutos, si no es horas, encontrar algo que necesitan, y es probable que ocasionen un gran desorden mientras buscan.
Entropía es pues caos y equilibrio en el fluir de una ley natural que parece gobernar el comportamiento del macrocosmos y por consiguiente del  microcosmos. Esta aparente contradicción debe mirarse más bien como dos opuestos que se complementan para formar una sola unidad. Para poder comprender mejor este concepto imaginemos un pequeño experimento: supongamos  por un momento que el universo entero se ve representado en un vaso con un fluido experimental (whisky), que se encuentra a una temperatura de 22 ºC. Después agregamos algunos cubos geométricos de H20 cristalizado (cubitos de hielo) a una temperatura de 0 ºC; el calor, por su naturaleza, comenzará a fluir del elemento más caliente hacia el más frío, es decir, el calor del fluido se  transfiere hacia el hielo, pero éste no se empezará a derretir inmediatamente, lo hará paulatinamente y mientras esto sucede la temperatura del hielo permanecerá constante. Después de algunos minutos encontraremos que todo el hielo se ha derretido y el resultado final será una mezcla (Whisky y H20) diluida del fluido experimental. También habremos notado que  toda la mezcla ha alcanzado una temperatura homogénea y constante, es decir, el pequeño universo contenido en un vaso ha llegado a un estado de equilibrio y su grado máximo de entropía. Y entonces ¿de dónde deviene el caos? Hay un hecho que hasta ahora no hemos mencionado. Mientras el calor del fluido se va transfiriendo al hielo, la entropía de este va en aumento. La transferencia de energía siempre va acompañada con su respectiva transferencia de entropía.
En realidad cualquier estado de materia sólida contiene un menor grado de entropía que una en estado líquido, esto tiene sentido si recordamos que el líquido es un estado de la materia más caótico y desordenado. Imaginemos que podemos visualizar un molécula de hielo y que podemos también predecir su posición en cualquier instante de tiempo; ésto en un elemento sólido como lo es el hielo es bastante fácil, ya que las moléculas de este están unidas entre si. Si pudiéramos también hacer el mismo ejercicio con un elemento líquido encontraríamos que nos resultaría mucho más difícil encontrar la posición exacta de la misma molécula debido a la naturaleza de los líquidos. En  conclusión: mientras el hielo se va transformando en líquido la entropía de éste va en aumento hasta alcanzar un instante en el tiempo donde todos los puntos del fluido tienen la misma temperatura; entonces decimos que el sistema ha alcanzado su grado máximo de entropía y de caos, es decir, se encuentra en equilibrio.
Esta dualidad “Caos y Equilibrio” convive con nosotros a lo largo de nuestra vida; muchas veces nos vemos envueltos en circunstancias  que parecen llevarnos a situaciones caóticas. Por instantes la vida parece ponernos frente a momentos críticos, etapas que por momentos parecieran ser insalvables, es entonces cuando debemos buscar un eje que nos sirva de apoyo, ese camino espiritual, esa paz interior que poco a poco nos va devolviendo el equilibrio. Es por eso por lo que conocer las leyes de la naturaleza significa conocer las leyes del ser humano,  pues nosotros formamos parte de ésta, así que sus leyes son también nuestras leyes.
"Lo más bello que podemos experimentar es el misterio de las cosas" (Albert Einstein)

 

A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd. Alphonse de Lamartine

La muerte y el arte.
La muerte siempre ha creado en el ser humano cierta expectación y misterio, provocando que nos enamoremos de ella, que nos sea imposible no prestarle atención, ya que cuando nacemos estamos destinados a morir.
La muerte siempre ha estado ahí, silenciosa y callada ha perseguido a la humanidad. En la época del paleolítico ya se realizaban rituales funerarios para los seres queridos.
Pero la cultura que más importancia le ha dado a la muerte ha sido la Egipcia, quien se encargó de realizar todo un despliegue de magia, rituales, trabajos científicos y artísticos para que así sus difuntos pudieran tener todo cuanto desearan en la otra vida.
Sabemos cómo vivieron y cómo murieron gracias a que esta cultura dedicó toda su vida a esperar y preparar la llegada de su muerte. Se han encontrado miles de imágenes que hoy en día sirven de estudio a millones de personas que quieren saber cuáles eran los nombres de sus faraones, por qué momificaban a sus muertos y que clase de vida llevaron.
Durante la época del Medievo (período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV) cambió mucho la representación que se le daba a la muerte, pues esta tendía a ser representa como algo abstracto. Siempre se veía a la muerte como una osamenta 1 que salía con naturalidad al lado de los vivos mientras estos realizaban cualquier tipo de tarea.
Para los Mayas, la forma de representar a sus difuntos era a través de las máscaras de jade 2 que solían representar el rostro del difunto.
Para las personas que vivieron en la época del Renacimiento y Barroco, la idea de la muerte resultaba terriblemente seductora. Los renacentistas, crearon así los retratos pictóricos llamados post mortem. Estos cuadros solían plasmar el momento de la muerte.
Los renacentistas basaban sus obras en el abandono de la representación humana como ideal. Esto lo tomaron prestado del mundo Griego, para poder así plasmar en los cuadros la belleza del defecto humano.
1 Osamenta: Esqueleto del hombre y de los animales. Conjunto de los huesos sueltos del esqueleto.  (R.A.E)
2 Jade: Piedra muy dura, tenaz, de aspecto jabonoso, blanquecina o verdosa con manchas rojizas o moradas, que suele hallarse formando nódulos entre las rocas estratificadas cristalinas. Es un silicato de magnesia y cal con escasas porciones de alúmina y óxidos de hierro y de manganeso, resultando con una composición semejante a la del feldespato. Muchas de las herramientas prehistóricas están hechas de este mineral, y aún se emplea en China para fabricar amuletos muy apreciados contra el mal de piedra. (R.A.E)

La muerte. El final del camino de la vida. 
El diccionario de la  Real Academia de la Lengua define la palabra “Muerte” como una cesación o término de la vida. Pero lo que esta claro es que la muerte es algo más que una simple palabra que uno puede buscar en cualquier diccionario.
La muerte es el fin de una vida. Ya seamos seres humanos, animales o plantas, a todos nos llega por igual, y no nos afecta a todos por igual.
Akasha Valentine.



«Vivir es ver morir, envejecer es eso,
empalagoso, terco olor de muerte,
mientras repites, inútilmente, unas palabras,
cáscaras secas, cristal quebrado.
Ver morir a los otros, a aquellos,
pocos. que de verdad quisiste,
derrumbados, deshechos, como el final de este cigarrillo,
rostros y gestos, imágenes quemadas. arrugado papel.
Y verte morir a ti también,
removiendo frías cenizas, borrados perfiles,
disformes sueños, turbia memoria.
Vivir es ver morir y es frágil la materia
y todo se sabía y no había engaño,
pero carne y sangre, misterioso fluir,
quieren perseverar, afirmar lo imposible.
Copa vacía, tembloroso pulso, cenicero sucio,
en la luz nublada del atardecer.
Vivir es ver morir, nada se aprende,
todo es un despiadado sentimiento,
años, palabras, pieles, desgarrada ternura,
calor helado de la muerte.
Vivir es ver morir, nada nos protege,
nada tuvo su ayer, nada su mañana,
y de pronto anochece».


Juan Luis Panero, "Y de pronto anochece".



WAÑUY arte de INFERNO SADOGOAT 


REFLEXIONES SOBRE LA MUERTE

  •      es el miedo supremo de todo ser racional y digo racional ya que nuestra capacidad de razonar y tomar conciencia no hace poner en la cima a lo inexplicable en este caso la MUERTE
  •     es la base de toda estructura de ficción, la decadencia hecha potencia la muerte y como toda muerte para no ser olvidada debe vencerla así entra la suposición los inventos los cuentos sus utópicas historias para trascender en el tiempo y ser venerados dando un ego indescriptible a la mentira celestial o destino o cualquier otro destino luego de morir.
  •     al sentir tan cercana la muerte he comprendido que esta rueda gigante llamada vida continua sin tener remordimiento por la perdida, su mirada sigue fija ella no tiene ninguna contemplación ante nadie, TODOS DEBEN MORIR es su lema  

    •    Misterio supremo de la existencia de toda vida, he bifurcado conceptos, definiciones, teorías y el resultado no comprobado de lo que sucede al podrirse nuestro cuerpo es la absoluta nada, el vacío tan profundo de corrientes filosóficas amancilladlas de supuestos cómodos para tranquilizar la angustiosa vida y su destino formo en mí una innegable negación de todas y cada una de ellas como fantasías, el origen mismo de la vida es la existencia temporal.
    •    El cuerpo se degrada, el alma busca otra realidad, la conciencia y su inconsciente sueña fabulosos mundos que plantea una estricta forma de alcanzarlos, me resulta irrisorio sus reglas ya que como las terrenales casi nunca cumplimos a raja tabla, es una utopía, una falacia.
    •         Pienso y esto me hace ser tan diferente al ser viviente, que cuando tengo conciencia de mi rededor y mi destino como ser viviente, siento mis órganos mi cuerpo, la materia misma de la vida esta es la vida, la mente en su escaso uso ha alcanzado un estatus de consumismo de información y entretiene años, días, mese, horas, segundos hasta que la fatalidad vital llegue a su fin: en forma sencilla creamos cielos, mundos, lugares, niveles, etc., con el único fin de tener una respuesta a lo innegable, la muerte.

 

sábado, 31 de agosto de 2019

NEKRO ARS



Memento Mori
La palabra latina Memento Mori (Recuerda que morirás) tiene su origen en la Antigua Roma. Un general victorioso desfilaba por las calles de Roma, cuando se acercó su siervo para decirle “Memento Mori” (Recuerda que morirás). A lo que hizo alusión fue a (Recuerda que eres Mortal).
La frase citada anteriormente como Memento Mori suele utilizarse en el ámbito artístico para denominar las representaciones de los difuntos en el arte.

                                  El fin de la gloria del mundo (1672), Juan Valdés Leal




                                                           Muerte y vida, de Gustav Klimt





 Título original: La jeune fille et la mort Autor: Marianne Stokes Año: 1900 +info Marianne Stokes (Wikipedia) Mujeres pintoras: Marianne Stokes: victoriana y prerrafaelita (Blog)



                        barbieri Zodiac oracle Paolo Barbieri Barbara Moore Elegant Death










                “Las edades y la muerte” de Hans Baldung (Obra fechada en 1485)



 

 “Gran escena de la muerte” pintado por el expresionista Max Beckmann, de 1906. Mide 130 x 140 cm.



                              Juan de Valdés Leal, "In Ictus Oculi". Óleo sobre tela, 1672 





 Pieter Bruegel el Viejo – El triunfo de la Muerte (después de la restauración)’. 1562 – 1563. Óleo sobre tabla, 117 x 162 cm. Museo Nacional del Prado.





                                  Oleo sobre tela Muerte a Caballo. Firma M.Minguez

 

            José Clemente Orozco, El muerto              1925-1928.

 

 

El Juicio Final, de Jan van Eyck
La primera vez que Jesús vino al mundo predicó el amor y con su crucifixión expió nuestros pecados, pero en su segunda venida el sol se oscurecerá, las estrellas caerán del cielo y será el rechinar de dientes. O eso dicen. Jan van Eyck representó en un díptico ambas escenas, aunque la que ahora nos interesa es la de la derecha. El Día de los Difuntos consiste precisamente en recordar a aquellos que han fallecido pero se encuentran en la sala de espera del purgatorio, aquí vemos en el centro de la imagen a algunos esperando a ser juzgados. De manera que unos irán al cielo y otros (entre los que se incluyen clérigos y reyes) bajo la mirada del arcángel san Miguel y de una representación de la Muerte (de nuevo un esqueleto) caerán en el infierno de abajo, donde espantosos demonios los desmembrarán y devorarán. Merece la pena ver aquí en detalle esos tormentos.




 Danza macabra, de Bernt Notke

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.


Seguramente la mayoría recordará del colegio estos versos de Jorge Manrique, un poeta que nació el mismo año, 1440, que el que generalmente se suele atribuir a Bernt Notke, un pintor que lograría plasmar en imágenes esa misma idea. Al fin y al cabo era un tópico de la época, la llamada «Danza de la muerte», que recordaba a todos los humanos su mortalidad sin importar su rango. Cabe imaginar que para las clases inferiores supondría un regodeo íntimo pensar que todos esos pomposos reyes u obispos que vivían a su costa acabarían mordiendo el polvo. Nada nos iguala más, haciendo caer hasta al más poderoso de su pedestal, como Homer cuando señalaba certeramente que si alguien estaba muerto entonces tan listo no sería.

 

Bodegón Vanitas, de Pieter Claesz





                                              La fragilidad humana, de Salvator Rosa 



                                   Jardín de La Muerte, de Hugo Simberg