Memento
Mori
La palabra latina Memento
Mori (Recuerda que morirás) tiene su origen en la Antigua Roma. Un general victorioso
desfilaba por las calles de Roma, cuando se acercó su siervo para decirle
“Memento Mori” (Recuerda que morirás). A lo que hizo alusión fue a (Recuerda
que eres Mortal).
La frase citada
anteriormente como Memento Mori suele utilizarse en el ámbito artístico para
denominar las representaciones de los difuntos en el arte.
El fin de la gloria del mundo (1672), Juan Valdés Leal
El fin de la gloria del mundo (1672), Juan Valdés Leal
Título original: La jeune fille et la mort Autor: Marianne Stokes Año:
1900 +info Marianne Stokes (Wikipedia) Mujeres pintoras: Marianne
Stokes: victoriana y prerrafaelita (Blog)
“Las edades y la muerte” de Hans Baldung (Obra fechada en 1485)
“Gran escena de la muerte” pintado por el expresionista Max Beckmann, de 1906. Mide 130 x 140 cm.
Juan de Valdés Leal, "In Ictus Oculi". Óleo sobre tela, 1672
Pieter Bruegel el Viejo – El triunfo de la Muerte (después de la
restauración)’. 1562 – 1563. Óleo sobre tabla, 117 x 162 cm. Museo
Nacional del Prado.
Oleo sobre tela Muerte a Caballo. Firma M.Minguez
José Clemente Orozco, El muerto 1925-1928.
El Juicio Final, de Jan van Eyck
La primera vez que Jesús
vino al mundo predicó el amor y con su crucifixión expió nuestros
pecados, pero en su segunda venida el sol se oscurecerá, las estrellas
caerán del cielo y será el rechinar de dientes. O eso dicen. Jan van Eyck
representó en un díptico ambas escenas, aunque la que ahora nos
interesa es la de la derecha. El Día de los Difuntos consiste
precisamente en recordar a aquellos que han fallecido pero se encuentran
en la sala de espera del purgatorio, aquí vemos en el centro de la
imagen a algunos esperando a ser juzgados. De manera que unos irán al
cielo y otros (entre los que se incluyen clérigos y reyes) bajo la
mirada del arcángel san Miguel y de una representación de la Muerte (de
nuevo un esqueleto) caerán en el infierno de abajo, donde espantosos
demonios los desmembrarán y devorarán. Merece la pena ver aquí en detalle esos tormentos.
Danza macabra, de Bernt Notke
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Seguramente la mayoría recordará del colegio estos versos de Jorge Manrique, un poeta que nació el mismo año, 1440, que el que generalmente se suele atribuir a Bernt Notke, un pintor que lograría plasmar en imágenes esa misma idea. Al fin y al cabo era un tópico de la época, la llamada «Danza de la muerte»,
que recordaba a todos los humanos su mortalidad sin importar su rango.
Cabe imaginar que para las clases inferiores supondría un regodeo íntimo
pensar que todos esos pomposos reyes u obispos que vivían a su costa
acabarían mordiendo el polvo. Nada nos iguala más, haciendo caer hasta
al más poderoso de su pedestal, como Homer cuando señalaba certeramente
que si alguien estaba muerto entonces tan listo no sería.
Bodegón Vanitas, de Pieter Claesz
La fragilidad humana, de Salvator Rosa
Jardín de La Muerte, de Hugo Simberg